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10 razones para viajar a la Costa Brava en verano

Viajar a la Costa Brava, ya sea en verano o en cualquier época del año, es indispensable por su patrimonio histórico, su rica gastronomía, una cantidad ingente de playas formidables, sus festivales y, sobre todo, representar  la esencia misma del Mediterráneo que cantó Serrat al mundo, son algunas de ellas. La tierra del eterno verano capaz de involucrarse de lleno en la felicidad de quien llega hasta ella.

Una ventana entreabierta en Calella de Palafrugell (Costa Brava, Girona)

¿Por qué viajar a la Costa Brava? 10 respuestas que inspiran unas vacaciones únicas

1. Un destino bien comunicado, repleto de propuestas y para todo tipo de viajeros

Llegar al pequeño paraíso mediterráneo de Costa Brava no puede ser más sencillo. Las comunicaciones de la región son excepcionales. El aeropuerto de Girona, internacional, está a tiro de piedra de muchas cosas, pero es que Barcelona de la Costa Brava también. Por no hablar del tren de alta velocidad que deja a poco más de tres horas la posibilidad de llegar desde Madrid (desde Barcelona son apenas tres cuartos de hora). También dispone de buenas autopistas, aunque con costosos peajes para quienes deseen utilizarlas.

En coche por Cap de Creus (Costa Brava, Cataluña)

Costa Brava es un destino para todo tipo de viajeros y viajeras. Para los que buscan la calma en calas de postal y bailar hasta altas horas en festivales con lo más granado del panorama musical. Para amantes del turismo activo, los buenos paladares y quienes viajan con niños. Para quienes viajan de manera independiente, planificando todo de antemano o dejándose llevar por la improvisación. De roadtrip o sombrilla permanente en la playa.

Sele en Calella de Palafrugell

2. Playas y calas de auténtica postal en un litoral privilegiado

La Costa Brava dispone de una franja de litoral de unos 214 kilómetros repartidos en tres comarcas catalanas como el Alto Ampurdán (en catalán Alt Empordà con destinos como Cadaqués, Rosas, Peralada, Castelló d’Empuries o Portbou ), el Bajo Ampurdán (Baix Empordà con destinos como Platja d’Aro, Begur, Pals o Peratallada) y La Selva (con clásicos como Tossa de Mar, Blanes o Lloret de Mar). A partir de ahí lo difícil es escoger, si una junto a unas murallas medievales como en Tossa de Mar, una en pleno pueblo como, la que es una de mis favoritas, en Calella de Palafrugell o, en definitiva, algunas de las 29 banderas azules otorgadas en 2019 a este enclave tan fabuloso de Cataluña.

Playa de Calella de Palafrugell (Costa Brava, Cataluña)

Espectaculares son muchas, pero toma nota de algunas que se pasan de bonitas:

Illa Roja en Begur, Cala Pola en Tossa de Mar, Cala S’Alguer en Palamós, la Mar menuda, Sa Boadella… Son muchas. Demasiadas. Pero éstas te aseguro que no te defraudarán. Y las que descubras en tu andadura por la Costa Brava.

Playa de la Costa Brava

3. Una colección inagotable de villas medievales y pueblos de cuento

Muchas de las villas y pueblos medievales más bonitas de Cataluña y, por supuesto, de toda España, tienen como telón de fondo a este territorio, tanto a orillas del mar como en interior, pues lo que se conoce como Costa Brava-Pirineu de Girona va mucho más allá del puro litoral. La propia Girona, sin ir más lejos, posee un casco histórico maravilloso, tanto que en ella se rodaron múltiples escenas de la aclamada serie Juego de Tronos. Besalú y su judería, los pueblos atrapados en el tiempo en la comarca de La Garrotxa (mis favoritos son Castellfollit de la Roca, Hostalets d’en Bas y, por supuesto, Santa Pau), que no tiene mar pero sí tiene gran cantidad de volcanes, Castelló d’Empuries (la fachada del siglo XV de la basílica de Santa María es una obra maestra) y un largo hilo del que tirar y que parece no tener final.

Pueblo de la Garrotxa

En el Bajo Ampurdán hay un pueblo medieval que no debería perderse nadie, Peratallada, una auténtica máquina del tiempo abrazada a sus antiquísimas murallas. Muy cerca quedan Pals o Monells, esta última escenario de buena parte de la película «Ocho apellidos catalanes» protagonizada por Dani Rovira. Más grande y con un castillo junto a la playa está Tossa de Mar para devolvernos nuevamente el Mediterráneo durante un viaje de muchas paradas. Y aún no he hablado nada de románico… Mejor lo dejo para el final.

Callejón de Peratallada lleno de flores

4. Puerta y puerto de antiguas civilizaciones mediterráneas

Además de ser pura esencia del Mediterráneo, la zona ha sido puerta histórica y natural de importantes civilizaciones, lo que ha permitido que arqueológicamente hablando, la Costa Brava (tanto la de las orillas como el interior) es un tesoro inagotable. Las ruinas más importantes son, sin duda, las de Ampurias, nacida con la llegada de navegantes griegos que edificaron allí una ciudad comercial de gran importancia, aunque a posteriori sería ampliada por parte de los romanos.

Escultura de Asclepio en las ruinas de Ampurias

Coetáneas son las ruinas de Ullastret, un enorme asentamiento íbero situado en el Bajo Ampurdán (no muy lejos de Peratallada). El conjunto de Ullastret está a su vez, compuesto por dos poblados ibéricos, siendo vistables los del Puig de Sant Andreu, con, entre otras cosas, una muralla de la época en la que sobreviven nada menos que seis torres circulares.

5. Asombrosos rincones de naturaleza ponen el marco a este territorio

La Costa Brava se denomina así porque se halla en un territorio abrupto en el que abundan las montañas escarpadas, múltiples formaciones rocosas que dan abrigo a deliciosas calas y, más al interior, incluso a volcanes como los que surgen en la comarca de La Garrotxa. Quizás el mejor ejemplo de terreno no demasiado uniforme es el Cap de Creus, una postal absolutamente reconocible y, a su vez, salvaje, de lo que se trata del espacio natural más oriental de la Península Ibérica. Conducir hasta el faro es un auténtico regalo para la vista.

Cap de Creus (Costa Brava, Cataluña)

Las playas son, por supuesto, parte de este esplendor de naturaleza que se mide lo mismo en bosques mediterráneos que en hayedos milenarios como la Fageda d’en Jordà.

6. Un paraíso de la gastronomía y el enoturístico de primer orden

Hablar de la Costa Brava es hablar de una cocina excepcional que ha traspasado todas las fronteras y batido todos los récords posibles. Innovadora, pero sin olvidar las recetas de antaño y el mejor producto de la tierra, puede vanagloriarse de reunir una veintena de estrellas Michelin (en 16 restaurantes) y convertir cualquier degustación en un espectáculo que va más allá incluso del propio alimento. Ha provisto el escenario de los que durante años fueron proclamados los mejores restaurantes del mundo como el extinto «El Bulli» de Adrià o «El celler de Can Roca» pero, te puedo asegurar, que mucho más allá de esa constelación de estrellas hay una cantidad de sitios increíbles, y también asequibles al desaliento y al bolsillo, en los que dar cuenta de lo bien que se come en esta parte de Cataluña.

Mesa en la Costa Brava

Por otro lado el desarrollo del enoturismo está yendo a gran velocidad. Con la DO Empordà es posible brindar en una ruta de más de 40 bodegas visitables tanto en el Bajo como el Alto Ampurdán.

7. El centro del universo Dalí

La genialidad de Salvador Dalí viene que ni pintada a la Costa Brava, la verdadera musa del de Figueras, el taller que más le inspiró. En su casa de Portbou, al norte de la blanca de Cadaqués, y con vistas permanentes a su querido Mediterráneo, halló una especie de laboratorio de buenas ideas (y particular sala de fiestas) donde la creatividad se convertía en una bendita rutina. Permanece tal cual quedó tras su fallecimiento en el invierno de 1989 como una casa-museo que sigue a rajatabla el cúmulo de excentricidades del autor surrealista. Se trata de una de las puntas del conocido como Triángulo Dalí, que en el muy recomendable museo de Figueras o en el castillo de Púbol, donde descansa junto a su inseparable Gala, los seguidores del artista catalán encuentran su inexplicable esencia.

Casa-museo Dalí en Portlligat (Cadaqués, Alto Ampurdán)

8. Múltiples propuestas de turismo activo

Saltar en paracaídas en Empuriabrava o incluso ese prodigio llamado túnel del viento. Hacer kayak del bueno tanto en la costa como en los baños de interior. Barranquismo, escalada, vías ferratas o bicicleta de montaña siguiendo antiguas vías ferroviarias. Buceo, snorkeling o vela. Y senderismo, porque la red de caminos para andar kilómetros en parajes fabulosos es interminable.

Para trekking más calmado me fascinan las posibilidades que ofrece el camino de ronda (o camí de ronda), un prolongado sendero que bordea la abrupta Costa Brava desde la frontera con Francia que antaño la Guardia Civil transitaba para luchar contra el contrabando. Actualmente los usos han cambiado y los caminos de ronda permiten realizar un senderismo inundado de las mejores panorámicas y, a su vez, acceder a las calas más remotas y salvajes.

Kayaks en la Costa Brava (Cataluña)

9. Tierra de festivales y buena música

Puede haber un centenar de festivales cada año en más de 300 escenarios diferentes, incluyéndose castillos junto al mar, y más de un millar de actuaciones diferentes con artistas de enjundia, no sólo nacional sino también internacional.  Algunos de los festivales más recomendables son los de Cap Roig, Peralada o el gerundense Tempo sota les estrelles.

Festival de Perelada en Costa Brava (Cataluña)

10. Románico legendario

¡Lo que me gusta un buen románico! Y en esta tierra, en la que el medievo tiene tanto peso en un patrimonio histórico-artístico bien preservado, hay románico para dar y tomar. Supuesta austeridad con mensajes apocalípticos en capiteles que se enzarzan como ramas en claustros donde todavía parece escucharse el paso de los monjes. Quizás el monasterio más espectacular de todos, tanto por el propio edificio como por el arriesgado emplazamiento en un promontorio desde el que se adivina el mar, es Sant Pere de Rodes.

Monasterio de Sant Pere de Rodes (Costa Brava, Cataluña)

Otra sorpresa digna de elogio es Santa María de Vilabertrán, muy cerca de Peralada, donde la humildad de un pequeño claustro demuestra la grandeza del románico en esta parte de Cataluña. Pero son muchos los cenobios e iglesias donde este estilo artístico suma no pocos adeptos.

Claustro del monasterio románico de Vilabertrán (Alto Ampurdán, Costa Brava)

¿Qué más razones hacen falta para viajar a la Costa Brava? Si aún no conoces la zona, o crees que te queda mucho por ver, puede ser una buena idea para forjar una escapada de la que no te arrepentirás.

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