Eco Turismo

Turismo Nacional

Destinos Turísticos Destinos turísticos de Venezuela Destinos turísticos del mundo

72 horas en El Puerto de Santa María – El rincón de Sele

El cielo de Andalucía desprende una luz que no ciega, sino que sonríe. Sobre los edificios blancos, ocasionalmente mezclados con tonos que imitan el albero de un coso taurino, se reflejan mil y una historias de la época de los descubrimientos que merecen ser contadas o, más bien, transitadas. Allí el océano resplandece en cada ola que llega a El Puerto… a ese apéndice con acento que se resigna a soltarse de la mano de un continente hermano. Durante los días que formaron parte de un viaje de tres días a El Puerto de Santa María, en la provincia de Cádiz, viví la pasión en cada calle, en cada conversación y en las aguas de una Bahía que aún se abraza con el Nuevo Mundo.

Imagen de El Puerto de Santa María en la provincia de Cádiz

El aroma de un buen vino de Jerez revolotea por mi mesa… Y en mi mente se suceden los recuerdos de 72 horas únicas en El Puerto.

¿QUÉ VER Y HACER EN EL PUERTO DE SANTA MARÍA DURANTE UNA ESCAPADA?

Me entusiasma bajar a tierras andaluzas cada vez que tengo ocasión. Siempre ansío absorber esos matices alegres que se desgajan de los mares olivareros y colarme por puertas abiertas por las que se dejan entrever floridos patios con un microclima especial. Y tener conexión con todas las maravillas que hay a nuestro alrededor y que, aún no siendo de aquí, siento realmente cerca. Pero ay de mí… aún no conocía El Puerto, ni Cádiz, ni su Bahía. Y se me presentó una ocasión ideal para abrazar la llegada del verano desde El Puerto de Santa María a la que tantos epítetos dedicara el maestro Alberti y que tantos secretos a voces recorren sus calles.

Fueron 72 horas desde que arribamos a la Estación de trenes hasta que abandonamos la perla de la Bahía para regresar a nuestro rinconcito madrileño. Entre medias la experiencia tuvo de todo. Porque en El Puerto hay cabida para mucho (o muchísimo). A saber:

Un monasterio para pasar la noche

Hay numerosos hoteles en El Puerto de Santa María para elegir. En nuestro caso dimos a parar a uno con una vertiente histórica (y espiritual) realmente especial. En la Calle Virgen de los Milagros, más conocida por los locales como “la calle larga”, se encuentra el Hotel Monasterio de San Miguel, que fue un lugar de recogimiento religioso para las monjas capuchinas desde el Siglo XVIII. Se puede decir que es uno de esos hoteles con encanto que parecen un museo en sí mismo y en el que uno puede disfrutar de la sobriedad y frescura de un claustro conventual o de pasear por unos largos corredores repletos de artefactos históricos.

Fachada del Hotel Monasterio de San Miguel (El Puerto de Santa María)

Pescaíto frito frente al muelle

Junto al Muelle donde salía “El Vaporcito” a Cádiz hay una esquina muy concurrida de bares que despliegan sus terracitas en verano cuyo nombre es más que sugerente, Plaza de las Galeras Reales. Durante nuestra primera noche en El Puerto salimos a cenar al Bar Liba situado en plena Plaza de las Galeras Reales. Allí le dimos a las raciones de un pescaíto frito riquísimo que nos llevó a probar chocos, puntillitas, cazón de adobo o unas deliciosas tortillitas de camarones.

Cazón en adobo (Bar Liba, El Puerto de Santa María)

Una red de fabulosas casas-palacio de los cargadores a Indias

El nexo entre El Puerto de Santa María y América es constante. De hecho, se conservan muchas casas-palacio de los conocidos como cargadores a Indias, que fueron mercaderes enriquecidos por ese trasiego comercial entre España y el Nuevo Mundo. Con un estilo que se exportó a muchas de las ciudades coloniales americanas, sobresalen estas casonas de grandes patios porticados, preparadas para almacén de materiales y, en las plantas de arriba, para uso y disfrute de los acaudalados mercantes. Además, la mayoría de ellas conservan las torres de vigía desde las cuales podían asomarse al río Guadalete y observar la salida o la llegada de los navíos.

Palacio de Araníbar en El Puerto de Santa María (Cádiz)

Tuvimos la suerte de poden entrar al Palacio de Araníbar, del S. XVII y con fachada renacentista un artesonado mudéjar realmente sublime. Es uno de los más bellos ejemplos de este tipo de construcciones palaciegas que abundan en la Bahía de Cádiz, aunque no son pocos en la ciudad. Y que ahora sirve, entre otras cosas, como oficina de turismo

San Marcos: El castillo que marcó la historia de El Puerto de Santa María

Es sabido que en el actual emplazamiento del castillo de San Marcos ya hubo una antigua construcción de la época romana. También anduvieron por aquí los musulmanes, quienes fundaron aquí una mezquita que funcionó hasta la llegada de Alfonso X El Sabio, Rey castellano que respetó parte de su estructura original dejando intacto incluso el mihrab que se encuentra en dirección a La Meca. Aquí sería erigida una iglesia-fortaleza por la que pasaron personajes tan relevantes como Cristóbal Colón y Juan de la Cosa, entre otros.

Castillo de San Marcos, un imprescindible que ver en El Puerto de Santa María

Este elegante fortín que antiguamente daba directamente al río y desde el cual se controlaba la salida y llegada de los cargueros a Indias, sirvió durante siglos como uno de los bastiones de los Duques de Medinaceli. Hoy día se puede decir que su estado de conservación es excelente y desde lo alto de la torre del Homenaje es posible disfrutar de unas vistas maravillosas de todo El Puerto de Santa María.

Particularmente la del castillo se trata de una de las visitas que mayor entusiasmo me produjeron. Mi pasión por los castillos es cada vez mayor y en San Marcos me llevé una enorme sorpresa. Por tener, tiene hasta su propia historia de fantasmas y apariciones espectrales.

Interior del castillo de San Marcos en El Puerto de Santa María

Entre barricas de Vino de Jerez en Bodegas Caballero

En el corazón del casco antiguo de El Puerto de Santa María, tras las murallas centenarias del Castillo de San Marcos, se esconde una de esas experiencias que huelen a historia y a vino envejecido. Las Bodegas Caballero, con siglos de tradición a cuestas, nos reciben entre arcos de piedra, bóvedas mudéjares y un halo de leyenda. Allí donde una vez oraron cruzados y descansaron navegantes, hoy maduran en silencio barricas de fino, oloroso y amontillado, impregnando cada rincón con su aroma profundo y su alma andaluza.

Recorrer sus salas no es solo una cata sensorial, sino un viaje en el tiempo. La luz tenue acaricia los toneles mientras una voz pausada nos cuenta cómo el vino se convierte en arte. Y al salir, con una copa en la mano y la vista alzándose hacia las almenas del castillo, uno entiende que aquí el vino no se bebe: se celebra.

Firmando una barrica en Bodegas Caballero (El Puerto de Santa María)

Pero algo que me hizo especial ilusión fue que con las personas con las que tuve el honor de compartir este viaje, pudimos firmar una barrica (que en estas tierras se le conoce más como bota). De una forma u otra, en aquel universo de barriles donde maduran algunos de los mejores vinos del mundo, ha quedado un pedacito nuestro para siempre. Y es un orgullo, ¿no creéis?

Visita a la Real Plaza de toros de El Puerto de Santa María

Un cartel a la entrada de la Real Plaza de toros de El Puerto de Santa María recoge las palabras del torero Joselito, quien un día afirmó de manera tajante que “quien no ha visto toros en El Puerto no sabe lo que es un día de toros”. En un coso taurino que lleva viendo faenas desde nada menos que 1880.

Plaza de toros de El Puerto de Santa María

Hay plazas de toros que imponen por su tamaño, otras por su historia. La del Puerto de Santa María consigue ambas cosas. La Real Plaza, con su forma casi perfecta y su arquitectura neomudéjar, parece esculpida más que construida. En sus gradas resuena todavía el eco de grandes faenas y tardes eternas bajo el sol gaditano. Aquí se sentó Goya, aquí vibró Rafael de Paula, y aquí el propio Hemingway aseguró haber hallado “la verdad del arte taurino”.

Entrar en silencio, vacía y en reposo a la Real Plaza de Toros, se observa una solemnidad sobrecogedora. Es un templo de emociones donde la historia y la tradición andaluza siguen vivas, capa a capa.

Aprendiendo el arte de venenciar en Bodegas Osborne

¿Puede haber un símbolo más español que famosísimo toro de Osborne?. ¡Ni si quiera la rojigualda!. El icono de este importante grupo vinícola nació en las bodegas del Grupo Osborne en El Puerto de Santa María. Fue allí, en las instalaciones de Osborne donde nos permitieron descifrar algunos de los secretos del buen vino de Jerez.

Bodegas Osborne en El Puerto de Santa María

Muy divertido fue tratar de venenciar el vino, que no es otra cosa que escanciar directamente en la copa utilizando una vara (conocida como venencia) con la que se saca el líquido de la bota y se requiere algo más que pulso y una buena dosis de paciencia. En mi caso, debo decir que no tuve ninguna de las dos condiciones, por lo que el fino acabó como no podía ser de otra manera, derramándose en el suelo.

Sele en Bodegas Osborne (El Puerto de Santa María)

Comida de gala en Puerto Sherry

Sentados frente al puerto, con los mástiles balanceándose suavemente al ritmo del levante, la comida en Puerto Sherry se trató de algo más que un simple almuerzo: fue un respiro salino con sabor a mar. Nos sirvieron un tartar de atún rojo de almadraba que llegó delicadamente presentado, con toques cítricos y aguacate maduro, como si la cocina quisiera rendir homenaje a la bahía. Acompañado de un vino blanco frío de la tierra, el plato parecía bailar en boca con cada bocado, fresco y limpio como el horizonte que teníamos delante.

Puerto Sherry en El Puerto de Santa María

Después llegó el arroz con carabineros, humeante, rojizo, y con ese fondo que sólo se consigue con tiempo, tradición y cariño. Cada cucharada era una zambullida en el golfo de Cádiz. Y mientras el sol comenzaba a inclinarse sobre los veleros, supe que pocas cosas combinan tan bien como una buena mesa, la brisa marina y la ausencia de prisas..

En lancha por las marismas de Los Toruños y el Pinar de La Algaida

En la Bahía de Cádiz aún se mantienen no pocos parajes vírgenes que se han a salvo de la especulación inmobiliaria. El Parque de los Toruños y el Pinar de la Algaida puede considerarse entre los favoritos de los portuenses, quienes viven al máximo su pulmón medioambiental bien utilizando sus largas playas vírgenes, montando en bicicleta o saliendo temprano a ver a las muchas aves que pasan por aquí.

Parque de los Toruños y el Pinar de la Algaida (El Puerto de Santa María)

Nosotros lo hicimos de varias maneras. Bien a pie, en bicicleta o mi favorita, en lancha saliendo desde Puerto Sherry. Desde allí las marismas nos mostraron nombres que recuerdan a batallas contra los franceses como, por ejemplo, Trocadero, que está en Cádiz y muchos conocen por los emblemáticos jardines parisinos que se sitúan frente a la Torre Eiffel.

En lancha por El Puerto de Santa María (Cádiz)

Dado fuimos en un año exultante de lluvias había una planta que teñía de lila las marismas, el almajo, capaz de sobrevivir en agua salada y muy extendida por tierras gaditanas. Florecida regalaba una imagen preciosa de los Toruños por los que, además de decenas de especies de aves tanto residentes como migratorias, se dejan ver de vez en cuando los camaleones.

Almajo florecido en El Puerto de Santa María

Tapeo por la noche portuense

Bien por la Calle Misericordia o por la Plaza del Pórtico uno puede encontrarse los bares a tope, y más si es en fin de semana. En esta zona de El Puerto de Santa María el que come mal es porque quiere o porque no sabe comer. Las opciones son extraordinarias y suelen estar muy presentes los pescados y mariscos, así como distintos tipos de carne guisada en salsa que está para chuparse los dedos.

Terrazas bien concurridas por la noche en El Puerto de Santa María (Cádiz)

Aquella noche fue de tapas y los locales seleccionados fueron, por este orden, El Bocoy (que se encuentra junto a la casa de los leones y que tenían unas tapas muy elaboradas), Romerijo (el cocedero de marisco más conocido y concurrido de El Puerto), La Herrería (donde hubo que detener al camarero porque ya no podíamos más) y el Échate Payá (el más tradicional de todos). Fue un buen tino porque en los cuatro comimos de fábula.

Marisco codido de Romerijo (El Puerto de Santa María)

Otro local que no hay que perderse. Bodegas Obregón, un lugar de los de toda la vida. Con decoración taurina y botas repletas de vino nos encontramos con uno de esos locales que enamoran y que uno busca con pasión en el sur de España. Allí es típico hacerse con unos cuantos litros de Pedro Ximénez para endulzar, ya en tierra firme, nuestras mejores comidas.

Bodegas Obregón en El Puerto de Santa María

Deleitarse con las fachadas de El Puerto (incluida la de la iglesia Mayor Prioral)

Antes hablé de las Casas-Palacio, que las hay en abundancia en El Puerto de Santa María. Uno puede asomarse a su interior pero una de sus bellezas es la fachada, con amplísimos ventanales enrejados. Este estilo arquitectónico en casas y palacetes, por supuesto también en iglesias, se exportó a las Américas y se pueden ver preciosos ejemplos en en numerosas ciudades Patrimonio de la Humanidad como pueden ser Trujillo, Campeche o la gloriosa Cartagena de Indias, amén de muchísimas más (ver artículo 5 ciudades coloniales de América Latina que enamoran). Esa conexión de El Puerto con el Nuevo Mundo me parece realmente interesante y se observa casi en cada rincón de la ciudad.

Fachadas de El Puerto de Santa María

En la Bahía de Cádiz hay un pedacito de la Historia del Descubrimiento de América y lo que sucedería siglos después, incluidas las salidas de los emigrantes que marchaban buscando una nueva vida conscientes de que jamás retornarían a España.

Fachada barroca en El Puerto de Santa María

Caminando por la Calle Larga descubrí la casa en la que vivió el Almirante Blas de Lezo, que en el último tercio del Siglo XVIII puso en jaque a los navíos ingleses en Cartagena de Indias con una clara inferioridad de hombres y medios. Patapalo, ya que le faltaba una pierna (también era tuerto), es uno de esos héroes olvidados que si hubiera nacido en Inglaterra y no en un pueblo de Guipúzcoa estaría enterrado con los más grandes en la Abadía de Westminster de Londres (donde sí está, curiosamente, el almirante Vernon, quien fuera humillado por quien era conocido como “Mediohombre”).

Hay casas como la de los leones, o escudos blasonados en el casco histórico, que nos hablan de la importancia de El Puerto. Pero la joya es la fachada barroca de la Iglesia Mayor Prioral realizada con piedra arenisca. Plagada de detalles, merece la pena detenerse a contemplarla el tiempo que haga falta y, entrar a la misma, por supuesto.

Iglesia Mayor Prioral en El Puerto de Santa María (Cádiz)

Último atardecer en Puerto Sherry

Un verano amagando con no culminar nunca, un cielo limpio de nubes y la temperatura PERFECTA para sentarse en una terracita al caer la tarde. En Puerto Sherry nos sentamos junto al mar para cenar mientras se sucedía a nuestro lado un lindísimo atardecer mecido por las olas.

Descubrimos un lugar extraordinario para sentarse y comer bien y, además, diferente, Crêfondue (también escrita Crefoundie, Paseo marítimo 100). Hacen crêpes de todo o casi todo lo imaginable, y las preparan que es una delicia. Además la playa al ladito es la mejor de las excusas para dejarse perder en uno de esos sitios en los que una cena acaba siendo algo más.

Deliciosa crepe

Y, cómo no, una visita a la vecina ciudad de Cádiz

La visita a Cádiz es otra historia. Pero mi primera vez en la conocida como “tacita de plata” me causó una impresión inmejorable. Y fuimos desde El Puerto, tomando un ferry que tarda apenas media hora y que cuesta apenas tres euros. Esto hace de la localidad portuense un punto base excepcional para explorar toda la provincia.

De Cádiz que decir… que me contagió su alegría, su mezcla de sabores y olores de todas las épocas vividas (mucho antes de los romanos ya estaba habitada), y que su paseo marítimo fortificado recuerda no sólo a La Habana, sino a un pedacito de todos nuestros hermanos en América. Pero, eso sí, con acento andaluz y unas tortillitas de camarones que son cosa fina.

Fotografía de Cádiz

Como veis, dio mucho de sí bajar a El Puerto de Santa María. Si esto fue en sólo tres días, ¿Qué podría depararnos una semana? ¿Y dos? La provincia de Cádiz es uno de esos deberes que tenemos todos los españoles. Una deuda pendiente de por vida con algunos de los escenarios más formidables de la Península Ibérica.

Interior árabe del castillo de San Marcos (El Puerto de Santa María)

¿Y sabéis qué? Que tiempo después de esa primera escapada nos encontramos nuevamente recorriendo Cádiz en este verano de 2025 donde seguimos profundizando en el que no va a dejar de ser nunca uno de nuestros rincones preferidos para irnos de vacaciones en familia.

Sele, Rebeca y el pequeño Unai en Cádiz

Quien no ha estado en la provincia de Cádiz y, concretamente en El Puerto, no sabe lo que se pierde…

Sele

+ En Twitter @elrincondesele

Canal Facebook

Canal Instagram @elrincondesele



Ver fuente