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Espíritu Wanderlust y viajeros dromomaníacos

Cada persona es un mundo y cada quien percibe lo que le rodea de una manera distinta a cualquier otra, con sus propias maneras, intereses y necesidades. Pero viajar es un gusto que casi todos compartimos.

Viajar no es solo desplazarse a través de una ruta o trayectoria para ir de un lugar a otro y salir de la agobiante rutina que nos rodea, es también conocer otras culturas, personas y costumbres. Es llenarse de nuevas energías, es depurar y alimentar el espíritu; es romper con dogmas y prejuicios infundados.

Qué es wanderlust
Viajar, un gusto que todos compartimos

Cuando viajamos nos ponemos en contacto con realidades distintas a las nuestras y ampliamos nuestra visión del mundo, lo que nos hace más tolerantes y flexibles ante todo aquello que consideramos extraño o foráneo.

Viajar nos mantiene activos y despierta nuestros sentidos, y es la mejor forma de abrirnos a un mundo cada vez más globalizado en donde la experiencia de viajar se transforma rápidamente en contenido que se comparte a través de Internet y las redes sociales.

Viajar es mucho más accesible hoy que en años anteriores, ya sea que lo hagamos dentro de nuestros propios países o hacia el exterior. Las posibilidades son innumerables y los recursos para ello están al alcance de la mano (o más bien del smartphone que usted sostenga en su mano), ya que sin salir de casa o mientras nos sentamos a conversar en un café a la salida del trabajo, podemos conseguir 101viajes y tours adaptados a nuestros intereses y presupuestos con una simple visita a un sitio web especializado.

Y no solo encontramos tours guiados en tales plataformas digitales, también podemos reservar hoteles y vuelos a través de ellas, encontrar información detallada de múltiples destinos, lugares para salir de noche, restaurantes…

Ciertamente, hoy resulta mucho más fácil y económico viajar que hace dos décadas. El veloz crecimiento de la industria aérea y el auge de las aerolíneas de bajo costo en el mercado han obligado a que muchas aerolíneas tradicionales tengan que reestructurarse para no ser desplazadas, ofreciendo tarifas económicas o creando filiales de bajo costo para atender rutas cortas. Así, se han establecido condiciones favorables para la movilidad del pasajero como nunca antes se habían visto a nivel mundial, y de acuerdo con lo señalado por la IATA (International Air Transport Association), jamás existieron tantas ciudades conectadas por rutas aéreas y tan bajos costos del transporte aéreo como ahora.

Las estadísticas publicadas por la Organización Mundial del Turismo lo convalidan: En 1950 solo viajaba el 1 % de la población mundial (25 millones de personas). En 2000 se registraron 675 millones de turistas, y en 2017 se contabilizaron 1.322 millones de viajeros. Para 2020 se prevé que el 20 % de la población mundial (1.560 millones) lo haga.

Y si bien las condiciones para viajar son ahora más asequibles que antes y cada vez atraen a un mayor número de personas, no puedo dejar de mencionar que la emoción que se siente al viajar –y se los digo por experiencia propia– es sumamente adictiva y sus efectos resultan favorablemente contagiosos, más aun cuando la persona posee un alma nómade o un espíritu wanderlust, o es propenso a convertirse en un viajero dromomaníaco.


¿Qué es Wanderlust y qué es la dromomanía? 

No hay palabra en el idioma castellano que traduzca fielmente todo lo que envuelve este término extraído de la lengua inglesa y con raíces alemanas que se originó a partir de las palabras wandern –que significa caminar o pasear en alemán– y lust, que significa deseo en el mismo idioma. Así, el wanderlust se describe como un afán o necesidad, un fuerte deseo o impulso de caminar, viajar y explorar el mundo, de experimentar cosas nuevas, explorar lo desconocido y ver lo que está fuera de los lugares habituales, así como conocer otras culturas y estilos de vida.

Sin embargo, hay quienes han querido comparar al wanderlust con la dromomanía –del griego drómos, que significa carrera, y manía, que indica locura–, un término acogido por la Real Academia Española que hace referencia a una inclinación excesiva u obsesión patológica por trasladarse de un lugar a otro.

La dromomanía –como fuera descrita en siglos pasados– era una alteración de la conducta, una compulsión psicológica que consistía en la ejecución irrefrenable de actos que escapaban al control de la persona (al parecer se manifestaba algunas veces de manera inconsciente) y lo obligaban a cambiar de lugar o alejarse del medio habitual de manera constante, dejando atrás a familiares, amigos, deberes y obligaciones, sin una aparente explicación lógica.

Curiosamente, la dromomanía tuvo una vida corta como supuesta enfermedad y se desvaneció en el tiempo de manera misteriosa (al respecto, recomiendo la lectura de un artículo publicado en el blog Después no hay nada titulado: La extraña obsesión del señor Dada).

En los tiempos que corren, el término dromomaníaco ha sido adoptado en la jerga viajera para describir a toda persona de pies inquietos que en su afán de conocer el mundo han hecho de los viajes un estilo de vida.

En lo personal confieso que no me gusta usar el término viajero dromomaníaco. Prefiero hablar de la tenencia de un espíritu wanderlust o un alma nómade cuando me refiero a quienes hacen de todo destino o lugar de llegada un  elemento secundario en el planteamiento de sus viajes, una excusa para escapar de la rutina y disfrutar del placer de viajar.


Espíritu wanderlust y viajeros dromomaníacos.

/ por Jesús Osilia | Promotor turístico y bloguero de viajes.


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