Alteraciones en nuestra alimentación durante el verano
El verano es un momento crítico para nuestra alimentación, hace calor y eso nos condiciona, pero también nos condiciona el hecho de que, para muchos de nosotros, empieza el periodo vacacional. El verano y las vacaciones pueden ser ideales para cuidarnos más todavía, pero la realidad es que no siempre es así.

Hace calor y eso se nota en cómo comemos y bebemos. Por suerte vivimos en un país con una gastronomía muy rica y con unos platos a base de vegetales fresquitos que son ideales para sofocar un poco las altas temperaturas. Las ensaladas y los gazpachos van de maravilla y son realmente fantásticos para ayudarnos con nuestra hidratación pues aportan mucha agua y también contribuyen a nuestras defensas antioxidantes, tan importantes frente a la radiación solar. Es importantísimo que estos platos tan veraniegos sean lo más variados posible. Seguramente es una época del año en la que casi todos necesitamos menos calorías, pero seguimos necesitando una buena cantidad de nutrientes, especialmente vitaminas, minerales y antioxidantes. Por eso, en el período estival podemos aprovechar para hacernos platos deliciosos, fresquitos y llenos de color que garanticen ese aspecto de salud. Una buena ensalada puede tener ingredientes tan increíbles a nivel nutricional como los brotes, el tomate, la remolacha, la zanahoria, el pepino, el pimiento y un toque frutal con unos daditos de melón o sandía. Además, un buen consejo es siempre enriquecer nuestras ensaladas con ingredientes como las semillas o los frutos secos o las legumbres.
Por otro lado, tenemos mucho más a mano las bebidas refrescantes y las cervecitas para calmar la sed y quizás por ahí nos perdemos un poco. Aunque por supuesto podemos disfrutar de ellas, el problema es cuando la frecuencia de consumo cambia de ser ocasional o una o dos veces por semana durante el resto del año a ser diaria. En verano es fácil caer en esto pues el cuerpo necesita líquidos, pero tomar refrescos cada día significa aportar azúcares o edulcorantes (en los refrescos zero) extra que no son realmente necesarios. Y en el caso de las cervezas añadimos alcohol que, por otro lado, lejos de hidratarnos nos deshidrata. Así una de las alteraciones en nuestra dieta de verano puede ser esa mayor ingesta de azúcares/ edulcorantes o de alcohol. En realidad, podemos disfrutar de esas bebidas si queremos, pero con una menor frecuencia de consumo, para algún día puntual, y a diario decantarnos por opciones mucho más saludables como el agua, obviamente, pero también las infusiones frescas, el agua aromatizada, el agua con gas amenizada con un poco de lima o limón e incluso la kombucha. La cerveza sin alcohol puede ser una opción de consumo más habitual para los amantes de esta bebida fermentada, pero ésta no debe quitar el lugar a la hidratación verdadera basada en agua. En verano tenemos más sed y lo ideal es beber más agua, lo demás son opciones más lúdicas para momentos especiales.

Otro aspecto que suele alterar nuestra alimentación en verano son los horarios. Para empezar, los días son largos y hay luz hasta las nueve o las diez de la noche, dependiendo de la zona en la que estemos. Eso hace que, si bien en invierno quizás hemos seguido ese buen hábito de cenar temprano, en verano es muy difícil. Sabemos que cenar tarde es algo que no va bien con nuestros relojes biológicos internos puesto que nuestro organismo está ajustado para horarios más bien tempranos. La crononutrición nos enseña que el sistema digestivo reduce su capacidad funcional por la noche y el metabolismo no es igual de eficiente a esas horas que el resto del día. Así que estas cenas de verano que empiezan tarde son un reto para nuestro organismo y podemos sentir que nuestras digestiones son más lentas o pesadas y también que nos engordamos con mayor facilidad. Si se puede, aunque sea verano, es mejor comer y cenar temprano o procurar, sobre todo en la cena, tomar alimentos de fácil digestión y evitar los azúcares y los hidratos de carbono. Un helado por la noche puede ser algo puntual en un día especial pero no es la mejor idea si queremos mantener nuestro cuerpo en forma. El azúcar y el colesterol son parámetros metabólicos que a muchas personas se les dispara durante el verano.
También en verano podemos ser más propensos a problemas leves pero molestos como es el estreñimiento. Los hábitos de alimentación diferentes, una menor ingesta de fibra y también los horarios no regulares de las comidas pueden influir en nuestro tránsito intestinal. De hecho, la microbiota de nuestro intestino se modifica muy rápidamente ante los cambios de alimentación y eso se nota. A veces, el tapeo, mucho más habitual en esta época, favorece que comamos más alimentos calóricos, con hidratos de carbono refinados, con más grasas, etc. Y eso tampoco ayuda a la regularidad intestinal. Así que, en verano debemos procurar tomar igualmente una gran variedad de alimentos vegetales, incluir las legumbres que aportan mucha fibra, beber suficiente agua durante el día y procurar regularidad en tus comidas.
En definitiva, en verano nuestra alimentación puede salir un poco perjudicada si no prestamos atención a unir el disfrute con la salud. Beber poca agua y más de otras bebidas, hacer horarios de comidas no adecuados, comer de cualquier manera, caer en la monotonía y tomar más dulces que en otras épocas del año con los helados, son algunos de los errores que alteran nuestra alimentación durante el verano. Podemos dejarnos llevar o llevarnos hacia algo mejor. El verano, en realidad, es una gran oportunidad para cuidarse.
Autora: Laura I. Arranz, Doctora en Nutrición, farmacéutica y dietista-nutricionista | www.dietalogica.com
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