La caléndula es una planta que no falta en los jardines, terrazas y balcones. Su inconfundible color naranja, brillante, llamativo y vistoso, hace de ella una de las plantas más comunes y populares. Una flor seductora que, más allá de su uso en jardinería, aporta beneficios médicos.

Esta herbácea silvestre es originaria del sur de Europa y se cultiva ampliamente por todo el mundo. Crece de forma natural en bordes de caminos, terrenos baldíos y prados. Agradece climas templados, pero se adapta a una amplia gama de condiciones climáticas siempre que no haya heladas, no las soporta.
Puede vivir desde el nivel del mar hasta los 1.000 metros de altura, a pleno sol o en semi sombra, aunque necesita luz abundante para florecer. Se cultiva desde febrero a mayo por siembra directa de semillas en el suelo. Las semillas se obtienen a partir de flores maduras dejadas secar, logrando de esta forma simientes fértiles que se recogen y guardan para realizar nuevas siembras en años venideros.
Es conocida desde la antigüedad como planta medicinal, y fue usada como tinte para telas durante siglos por colorearlas de un hermoso tono dorado. Era una planta medicinal, y también decorativa, muy común entre los griegos y romanos. La usaban para tratar múltiples afecciones y la emplearon en cosmética, en cremas y ungüentos, por sus propiedades para el cuidado de la piel. En la Europa medieval fue muy popular en el herbario medicinal, siendo usada para tratar problemas digestivos, problemas de la piel y heridas, lo que dio lugar a que fuese ampliamente cultivada.
Flavonoides, carotenoides y triterpenos dotan a la caléndula de sus propiedades para aliviar la inflamación de quemaduras, irritación de la piel, acné y picaduras
Sus flores y hojas contienen importantes principios activos como los triterpenos, los carotenoides, flavonoides, fitoesteroles, ácidos fenólicos, ácido salicílico, saponinas y taninos. Los glucósidos y alcoholes triterpénicos, así como el aceite esencial de triterpenoides y sesquiterpenoides, muestran actividad antiinflamatoria, antimicrobiana, antifúngica, antiviral y antitumoral, actuando beneficiosamente sobre el sistema hepático. Sus carotenoides, en especial la luteína, la zeaxantina y el licopeno, tienen propiedades antioxidantes que protegen las células de la acción de los radicales libres. Los flavonoides poseen efectos antioxidantes y antiinflamatorios.
Flavonoides, carotenoides y los triterpenos dotan a la caléndula de sus propiedades para aliviar la inflamación de quemaduras, irritación de la piel, acné y picaduras. Su alto contenido en carotenos y flavonoides le dotan de propiedades cicatrizantes, que estimulan los procesos de producción de colágeno y de regeneración de la piel. Su contenido en triterpenos, ácido salicílico y quercetina le confieren un efecto analgésico. Las saponinas le otorgan su potente efecto antibacteriano y le permiten desarrollar su acción antiséptica. Las saponinas, gomas y mucílagos de la caléndula tienen gran capacidad humectante, por lo que se usan en cremas hidratantes y productos solares.
El uso tópico de la flor de la caléndula en forma de pomadas, ungüentos y tinturas es indicado para el tratamiento de inflamaciones de la piel y mucosas, heridas, en procesos de cicatrización, dermatitis, forúnculos, eritemas, quemaduras y ulceraciones varicosas. Su poder fungicida permite tratar problemas de micosis en la piel y pie de atleta. Las infusiones florales, por sus propiedades antisépticas y antiinflamatorias, son útiles para tratar la faringitis, estomatitis, periodontitis, gingivitis, las aftas y otras afecciones bucales.
Autor: Raúl Martínez, Dietista-nutricionista, biólogo
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