Cuando los hayedos y castañares más famosos se llenan, la verdadera magia del otoño se refugia en otros rincones más discretos de la geografía española. De Zamora a las cumbres almerienses, y de la sierra madrileña a los bosques húmedos del interior alicantino, estos destinos ofrecen el color y la tranquilidad que el viajero busca cuando las temperaturas caen.
Bosque de Tejedelo (Zamora)
Este tesoro natural se encuentra en el municipio de Requejo (Zamora), dentro de la comarca de Sanabria, cerca de la frontera con Portugal. El Tejedelo es uno de los bosques de tejos (árboles sagrados y longevos) más importantes de la península ibérica.
El paseo por este bosque de tejos milenarios es una experiencia apta para todos los públicos, con rutas circulares de baja dificultad de unos 4 o 5 kilómetros. Aunque el tejo es un árbol de hoja perenne, el ambiente se vuelve mágico en otoño gracias a la caída de las hojas de los robles y castaños, mientras la niebla acentúa la sensación de misterio que rodea a estos árboles ancestrales.
Parque Natural Sierra de Castril (Granada)
En el sur de España encontramos un parque natural perfecto para disfrutar en otoño: la sierra de Castril. Adquiere el nombre del río que nace y discurre por sus tierras, hábitat de una gran variedad de especies de flora y fauna. Dentro del parque hay numerosos senderos, uno de nuestros favoritos es la ruta de las pasarelas de la cerrada del río Castril.
Se trata de un desfiladero tallado durante siglos por las aguas frías y limpias del río. El paisaje combina paredones verticales de roca caliza, vegetación de ribera que estalla en colores en otoño y el murmullo constante del agua que fluye entre pozas y cascadas. Todo ello crea un entorno fresco, umbrío y salvaje pese a estar muy cerca del pueblo de Castril, uno de los más tranquilos de la zona. El recorrido es sencillo, apto para casi todos los públicos, y permite avanzar suspendido sobre el río gracias a pasarelas de madera.
Sarvisé es una población situada en el corazón del Pirineo, dentro del municipio de Broto (Huesca). Está a más de 800 metros de altura y a orillas del Ara, un río virgen. Su atractivo reside en ser una base tranquila para explorar el entorno montañoso circundante, lejos de la intensa afluencia de otros puntos del Parque Nacional de Ordesa. De hecho, este pueblo de montaña, con una arquitectura típica de piedra, apenas tiene 100 habitantes.
El valle de Broto, donde se enclava Sarvisé, está rodeado de bosques de abetos y hayas que en el otoño ofrecen el cromatismo clásico de las cumbres pirenaicas. La zona cuenta con varias rutas, como la que llega hasta la cascada de Sorrosal, que permiten a los visitantes explorar los valles adyacentes, buscando la tranquilidad.
Bosque de la Herrería (Madrid)
Situado junto al Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, la popularidad de este bosque histórico ha quedado eclipsada por el imponente monumento. Sin embargo, su visita merece mucho la pena. Está catalogado como Paisaje Pintoresco, pues es un bosque mixto que ha sido gestionado históricamente. Felipe II adquirió y amuralló estos terrenos en el siglo XVI para crear un coto real y asegurar recursos agrícolas al monasterio. Hoy, las fincas de La Herrería y otras colindantes siguen bajo Patrimonio Nacional, que gestiona el área para equilibrar su conservación con el uso público, manteniendo vivo un paisaje natural y cultural único.
La Herrería es un excelente destino otoñal por su mezcla de robles melojos, fresnos y castaños, que ofrecen una gama de colores que va del amarillo pálido al rojo terroso. Esta diversidad vegetal sostiene una fauna variada: corzos, jabalíes, zorros, gatos monteses, nutrias y una notable comunidad de aves. El acceso es sencillo y existen varias sendas ecológicas bien señalizadas. La ruta por el bosque de La herrería más conocida conduce a la Silla de Felipe II, un mirador natural que ofrece vistas panorámicas del monasterio y el propio bosque.
Parque Natural de la Font Roja (Alicante)

El Parque Natural de la Font Roja, entre Alcoy e Ibi, es uno de esos rincones que sorprenden por lo bien conservados que están. Aquí el Mediterráneo se muestra en su versión más auténtica: bosques frondosos de carrascas, pequeños robles, arces… y un paisaje que asciende hasta el Menejador, el punto más alto con 1.356 metros. En sus laderas viven jabalíes, gatos salvajes y tejones, entre otras especies que forman parte de este tesoro natural.
Recorrer la Font Roja es facilísimo y muy agradecido. El parque está lleno de senderos señalizados que te llevan entre antiguas masías, neveras de piedra y miradores con vistas de escándalo. Y si quieres empaparte bien de todo lo que te rodea, tienes a tu disposición un centro de información donde aprender más sobre su historia y su biodiversidad.
La Vall Fosca (Lleida)
La Vall Fosca, en el Pallars Jussà, es un valle de agua, montaña y bosques que en otoño se llenan de tonos ocres, dorados y rojizos, creando un paisaje realmente mágico. Sus 19 pequeños núcleos rurales se reparten entre los 800 y 1.420 metros de altitud, ofreciendo un mosaico de pueblos tradicionales que parecen sacados de un cuento.
El río Flamisell recorre el valle y acompaña al visitante por un paisaje que cambia a cada paso, hasta llegar a la cabecera de la Vall Fosca. Un teleférico permite acceder al Parque Nacional de Aigüestortes i Estany de Sant Maurici. Allí, más de 30 lagos de montaña esperan para ser descubiertos.
El castañar de El Tiemblo (Ávila)

Este imponente castañar se encuentra en el municipio de El Tiemblo (Ávila), en la cara sur de la sierra de Gredos. Es un bosque de castaños que ha crecido al abrigo del refugio de Majalavilla, siendo un punto de referencia para los amantes del senderismo en el valle del Tiétar.
El otoño es, sin duda, su mejor época, cuando las hojas de los castaños se vuelven de un color dorado intenso, creando paisajes que algunos comparan con los grandes bosques de Nueva Inglaterra. Existen varias rutas: circulares de apenas 5 kilómetros (ideales para familias); más largas que conducen al ejemplar más venerado del bosque, el castaño El Abuelo; y las hay que llegan hasta el pico Casillas y al pozo de nieve.
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