
La naturaleza está llena de casos únicos. Por todo el mundo. De colores, aromas y especies que solo se dan en un rincón muy concreto y en ningún otro lugar. Misterios que hacen que cualquier sitio sea un buen destino para vivir nuevas experiencias. Sin coger aviones ni viajar a países exóticos. Y si la parte visible ya nos sorprende a menudo, imagina cuánto queda por descubrir en lo que no se puede observar fácilmente, en lo que está en las profundidades de la tierra.
Las cuevas son una enigmática morada de formas geológicas excéntricas y de fauna de lo más peculiar. La provincia de Guipúzcoa, en concreto, es un paraíso de macizos calcáreos que esconden muchas galerías en su parte subterránea, albergando una rica biodiversidad. También curiosidades asombrosas como la que podemos encontrar en Zestoa: el único río de leche lunar líquida que hay en el planeta. Nosotros tampoco sabíamos qué era, así que echamos mano de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, que es la que lo tiene documentado.
Hay algunos ríos de leche lunar en el mundo… pero no así
Retrocedemos al año 2002 para ir al momento en el que dos espeleólogos, Jon Laskibar y Natxo del Cura, estaban explorando unas galerías en la sima de Alzola, cerca del bonito pueblo de Aizarna (que pertenece a Zestoa). Es una antigua mina artesanal que fue explotada durante el siglo XIX y principios del XX. A 22 metros de profundidad se toparon con un extraño río blanco, como si a alguien se le hubieran derramado allí dentro litros de nata. En alguna zona se volvía algo más espeso.
Era la llamada leche de luna que había descrito el naturalista suizo Konrad Gessner en una cueva de los Alpes allá por el siglo XVI. Bueno, en realidad no hablaba castellano y esa es la traducción que se le ha dado a posteriori, él lo bautizó como “mondmilch”. Se trataba de una pasta blanquecina que soltaba líquido al apretarla. La particularidad de la guipuzcoana es que es la única del mundo en estado líquido y en forma de río que discurre durante cientos de metros. ¿Podría existir así en más rincones del planeta? Quizás sí pero, hasta la fecha, no se ha descubierto.

El enigma vasco lo descifró el biólogo Carlos Galán, miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Tras enviar muestras a un laboratorio francés, escribió un informe en el que relata que en la sima “lo más notable es la presencia de un río subterráneo blanco, de leche de luna líquida, que constituye el primer reporte mundial de esta naturaleza”. En el trabajo expone que “la mayor parte del caudal procede de una galería de mina excavada en la cota -42 metros” y que ocupa más de 100 metros.
Lo que explica su aspecto es que está compuesto por partículas extremadamente finas, generalmente de carbonatos de calcio y magnesio. “Es realmente un paisaje subterráneo extraño y sorprendente, ya que las paredes negras [de la cueva] contrastan con el río blanco como yogur líquido y con las pequeñas espeleotemas rojizas, ocres y blancas”, observa el investigador en el texto.
Llegados a este punto, tenemos una buena y una mala noticia. Empezamos por la mala: el río de leche lunar de Guipúzcoa no es visitable, ya que el acceso está restringido a expertos espeleólogos. Lo bueno es que podemos simular que nos adentramos en la cueva gracias a audiovisuales como el siguiente y que podemos -¡y debemos!- visitar el precioso valle de Aizarna.
Unas cuevas que son Patrimonio de Humanidad y sí son visitables
En el entorno del río de leche lunar está el pequeño núcleo de Aizarna, que realmente es un barrio de Zestoa. Es un lugar típico de postal vasca bucólica, con sus prados verdes, sus animales pastando y sus caseríos tradicionales. Un agradable rincón en el que hacer sencillas rutas de senderismo como el PR-Gi 40, que sube desde la población hasta la ermita de Santa Engracia, un recorrido circular de 7,14 km y 282 m de desnivel positivo.

Si te interesan las profundidades de la tierra, aunque no puedas visitar las del río de leche lunar, sí es muy recomendable acercarse a las cuevas de Ekain de Zestoa, que están en la ladera de la sierra de Izarraitz. Están declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y albergan las pinturas rupestres más espectaculares de la costa vasca, datadas de la época paleolítica. Además de poder recorrer las galerías, cuentan con un museo que relata cómo vivían, cazaban o hacían fuego las personas que habitaron el lugar hace 15.000 años.
Un valle junto a un monte mítico: el Hernio
Los amantes de la montaña no deben perderse uno de los montes guipuzcoanos más míticos de la zona: el Hernio. En su cima, desde la que hay una impresionante panorámica, destaca una gran cruz blanca que se colocó en 1911, cuando el Papa León XIII hizo un llamamiento a levantarlas en la parte alta de los montes. Curiosamente, aquí se les fue un poco de las manos y mucha gente empezó a instalar más en recuerdo de sus seres queridos, lo que hizo que el Hernio se conociera como “el monte de las mil cruces”. A mediados del siglo XX, los ayuntamientos cercanos acordaron retirarlas -excepto la grande- para que no pareciera un cementerio.

Septiembre es un buen momento para ir y sumergirse en una arraigada tradición vasca: las romerías al monte Hernio. Todos los domingos del mes se marcha a pie desde el antiguo sanatorio de Andazarrate, se para a beber agua en la vieja Venta de Iturrioz -donde descansaron personajes ilustres como Humboldt o San Ignacio de Loyola-, se almuerza en las bordas de Zelatun y se acaba en la cumbre. Todo amenizado con música y danzas vascas. Esta es la ruta que se sigue.
Periodista y aventurera. Me has podido leer en Escapada Rural, Diari Nosaltres La Veu, La Vanguardia, El Salto y otros medios. Habitante y amante de las zonas rurales, sea cual sea el destino. Procuro escaparme una vez por semana con las botas de montaña, el arnés o el neopreno. También soy un intento de baserritarra.