El instinto explorador y el poder del silencio, Erling Kagge
El pasado 20 de marzo tuvimos el privilegio de asistir a la entrega de los Premios Sociedad Geográfica Española que celebraban su 25ª edición. Todas las gestas de los premiados en sus distintas categorías nos fascinaron. Sin excepción. Pero hubo un momento que nos marcó especialmente: el discurso del último galardonado, el explorador noruego Erling Kagge, ganador del Premio Internacional Sociedad Geográfica Española 2024 y una de las pocas personas que ha completado el desafío de los “tres polos” –Polo Sur, Polo Norte y Everest–. Además de aventurero, es escritor –tres de sus libros están traducidos al castellano–.

Sus palabras nos impactaron tanto que queremos asegurarnos de no olvidarlas. Por eso, las compartimos aquí tal como las pronunció –traducidas al español–, sin añadir comentarios, porque creemos que no hay nada que podamos decir que las enriquezca más.
En el canal de YouTube de la Sociedad Geográfica Española puedes ver la ceremonia completa.
Kagge habló de dos conceptos que, según él, son “esenciales y a menudo olvidados”: el instinto explorador innato y el poder del silencio.
El instinto explorador
«Todos nacemos exploradores, con los mismos instintos. Los viajes de descubrimiento no son algo que empezamos a hacer, sino algo que gradualmente dejamos de hacer.
Tan pronto como salimos del vientre materno, tan pronto como nacemos, queremos más espacio, más lugar para movernos. Estiramos nuestros brazos y piernas en todas direcciones y gritamos por aire, gritamos por más espacio. Tenemos el deseo de explorar el mundo.
Tan pronto como aprendemos a caminar, recorremos la sala de estar y salimos de la casa. Luego empezamos a preguntarnos qué hay entre nosotros y el horizonte, y, antes de darnos cuenta, qué hay más allá de él. Estamos en camino de descubrir nuestro propio latido.
El espíritu de exploración, o nuestra necesidad de más espacio y aventura, nunca desaparecerá por completo mientras estemos vivos. Pero hoy, en cierta medida, estas necesidades y deseos están amenazados por la idea de que puedes conocerte a ti mismo y experimentar el mundo mirando una pequeña pantalla. El impulso innato, el sueño de dejar que la maravilla sea el motor de la vida, de descubrir por uno mismo qué hay más allá del horizonte, está siendo, de alguna manera, domesticado.»


El poder del silencio
«Una vez caminé solo hasta el Polo Sur durante 50 días y noches bajo el sol de medianoche, sin comunicación, sin teléfono, sin nada, llevando todo lo que necesitaba –comida y ropa– en un trineo.
Esta expedición me enseñó una gran lección sobre el silencio, algo que nunca olvidaré. El silencio a tu alrededor, pero, aún más importante, el silencio dentro de ti. Ese silencio está ahí, esperando ser descubierto.
El ruido, por otro lado –un coche pasando, un teléfono vibrando, una radio encendida–, tiene que ver con la vida, con vivir la vida a través de otras personas.
El silencio interior tiene que ver con conocerse a uno mismo. Creo que es posible para todos descubrir este silencio dentro de sí mismos. Siempre está ahí, incluso cuando estamos rodeados de ruido constante.
En lo más profundo del océano, bajo las olas y el oleaje, puedes encontrar tu silencio interno. Mientras haces el amor, bajo la ducha dejando que el agua caiga sobre tu cabeza, cuando cocinas o te sientas frente al crepitar del fuego, nadando en un lago del bosque o al caminar por un campo. Todos estos momentos pueden ser experiencias de un silencio perfecto.
El silencio, en sí mismo, es valioso, una llave que abre nuevas formas de pensar.
El silencio consiste en redescubrir, a través de la pausa, las cosas que nos traen alegría.
Hoy en día, casi no hacemos pausas. Exploramos el mundo sentados en una silla, mirando una pantalla, viviendo a través del ruido, de sonidos e imágenes que nos distraen y de nuestros propios pensamientos fugaces.
Todos son “el otro” y rara vez son realmente ellos mismos.
El silencio puede resultar incómodo. Por eso, solemos elegir el ruido. Pero creo que, como exploradores, debemos elegir más a menudo el camino más difícil, tanto en la naturaleza como en la vida.
Caminé miles de kilómetros para descubrir lo que estoy compartiendo esta noche, pero sé que, como mencioné antes, es posible alcanzar el silencio interior en cualquier lugar, incluso en el centro de la ciudad, aquí en Madrid.
Como bien concluyó la poetisa Emily Dickinson, el cerebro es más amplio que el cielo.
El secreto de una buena vida, visto desde el hielo, es encontrar la alegría en lo sencillo.
Tienes que encontrar tu propio Polo Sur.»
Transcrito lo hemos transcrito, ahora esperamos no olvidarlo nunca…