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Investigadores alemanes demuestran que bosques de más de 200 años almacenan más del doble de carbono que los jóvenes

Aunque los árboles jóvenes crecen rápido, los bosques viejos acumulan carbono de forma constante y profunda, tanto en la madera como en el suelo.

  • Bosques viejos = mayores reservas de carbono.
  • Bosques jóvenes = crecimiento rápido, pero menos almacenamiento.
  • Globalmente, tendencia hacia bosques más jóvenes.
  • Zonas críticas: Amazonía, Congo, Asia tropical.
  • Conservación clave para evitar pérdida de carbono.
  • Futuro sostenible depende del envejecimiento forestal.

Los bosques maduros siguen siendo los mayores reservorios de carbono del planeta

Los bosques desempeñan un papel clave en la regulación del clima al capturar dióxido de carbono (CO₂) de la atmósfera. Pero no todos lo hacen igual. Un nuevo estudio revela que la edad de los árboles importa, y mucho. A nivel mundial, los ecosistemas terrestres absorbieron en promedio unos 3,5 petagramos de carbono por año durante la última década, aunque con variaciones importantes entre regiones.

El trabajo, liderado por Simon Besnard del Centro GFZ de Geociencias en Potsdam, Alemania, ayuda a entender cómo el envejecimiento (o rejuvenecimiento) de los bosques afecta su capacidad para almacenar carbono. En pocas palabras: más edad, más carbono acumulado.

Los árboles antiguos, un almacén insustituible

Aunque los árboles jóvenes crecen más rápido, los bosques antiguos almacenan mucha más cantidad de carbono por superficie. Según el análisis, los bosques con más de 200 años contienen en promedio 98 megagramos de carbono por hectárea, más del doble que los más jóvenes (menos de 20 años), que almacenan solo 43,5 megagramos.

Además, los bosques viejos no dejan de captar carbono, aunque lo hagan a ritmos más estables. Parte del carbono se almacena en los troncos y ramas, pero una fracción importante se fija en los suelos, donde puede permanecer durante siglos.

Esto significa que no solo importa cuánto carbono se captura cada año, sino cuánto se conserva a largo plazo. Los bosques maduros son, en ese sentido, reservorios estratégicos para la estabilidad climática global.

Cómo se midió la edad forestal

Para estimar la edad y la biomasa de los bosques, el equipo utilizó mapas de alta resolución combinados con datos satelitales del proyecto Biomass CCI v4 de la Agencia Espacial Europea.

A través de herramientas de aprendizaje automático, identificaron cuándo y dónde ocurrieron eventos de reemplazo de masas forestales —por incendios, tala o cambios de uso del suelo—, y evaluaron el impacto de estas transiciones en el balance global de carbono.

Este enfoque se conectó con datos atmosféricos para detectar cómo los cambios en la edad de los bosques afectan el intercambio neto de carbono entre la biosfera y la atmósfera.

El mundo envejece… pero no de forma pareja

En países como China, Alemania, Canadá y algunas regiones del este de Estados Unidos, los bosques están envejeciendo gracias a políticas de reforestación y gestión forestal sostenible. En cambio, regiones tropicales como la Amazonía, el Congo y el sudeste asiático pierden cobertura forestal antigua a ritmos alarmantes.

Este rejuvenecimiento forzado —por deforestación, incendios, o expansión agrícola— implica que, aunque haya árboles nuevos creciendo rápido, el balance neto de carbono disminuye.

Los datos muestran una pérdida global neta de 140 millones de toneladas métricas de carbono por año en biomasa aérea. Y lo más preocupante: este descenso proviene de una pequeña porción de superficie, pero afecta una gran parte de la reserva total de carbono.

Bosques secundarios y plantaciones: ¿una solución parcial?

Es cierto que los bosques secundarios, es decir, aquellos que crecen después de una perturbación, pueden acumular biomasa rápidamente. Un estudio de 2016 mostró que en regiones tropicales pueden recuperar buena parte de su biomasa en pocas décadas.

Pero acumular no es lo mismo que conservar. La complejidad estructural, los suelos profundos ricos en carbono, y los servicios ecosistémicos que brindan los bosques primarios, pueden tardar siglos en volver, si es que regresan.

Las plantaciones forestales —aunque útiles para producción de madera o captura rápida de carbono— tienden a ser homogéneas, menos resilientes y con una biodiversidad mucho más baja. No reemplazan el valor ecológico ni climático de un bosque maduro.

Cambios de edad, cambios de clima

La investigación reveló que por cada aumento del 1 % anual en la tasa de reemplazo de bosques viejos por jóvenes, el sumidero de carbono se reduce en unos 34 gramos por metro cuadrado al año. Un dato clave que debería influir en las políticas forestales.

Este efecto no implica que reemplazar bosques sea una estrategia climática; al contrario. El aparente impulso inicial en captura de carbono viene del legado que dejan los ecosistemas antiguos: suelos fértiles, bancos de semillas, y estructuras resilientes.

¿Qué escenarios son posibles?

El estudio evaluó dos proyecciones hacia 2050. Si no se cambia el rumbo actual («business as usual»), el carbono almacenado en la biomasa aérea permanecerá prácticamente plano. Las pérdidas seguirán equilibrando las ganancias.

En cambio, en un escenario de conservación que detenga el reemplazo de bosques a partir de 2030, se podría lograr un aumento de entre 0,55 y 0,63 petagramos de carbono por año. Esa diferencia proviene, principalmente, del envejecimiento natural de los bosques existentes.

En otras palabras: dejar crecer es una estrategia poderosa.

Más información: Global covariation of forest age transitions with the net carbon balance | Nature Ecology & Evolution

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