Nueva batería de estado sólido de Toyota promete mayor autonomía, carga rápida y hasta 40 años de vida útil, con solo un 10% de degradación

Toyota afirma que sus próximas baterías de estado sólido podrían durar hasta 2080, manteniendo el 90% de su capacidad. Esto supera ampliamente la vida útil promedio de los vehículos actuales, que ronda los 14.5 años de edad media en EE. UU.
- Baterías de estado sólido con vida útil de hasta 40 años.
- 90 % de capacidad retenida después de décadas de uso.
- Reducción de peso y mayor autonomía.
- Menor riesgo de incendio, más seguridad.
- Toyota prepara despliegue en híbridos y deportivos para 2027–2028.
- Fabricación más sostenible: menos litio, menos residuos.
La batería de estado sólido de 40 años de Toyota podría cambiarlo todo
Toyota ha hecho una promesa audaz: baterías de estado sólido que duren más que el propio coche. Y no se trata solo de durabilidad, sino de una transformación profunda en cómo concebimos los vehículos eléctricos (EV), su ciclo de vida, y el impacto ambiental que generan. Mientras muchos fabricantes siguen hablando de potencial, Toyota afirma estar a las puertas de un cambio tangible.
Más allá de la autonomía: redefinir la vida útil
En el marco del Japan Mobility Show 2025, Toyota anunció que sus futuras baterías retendrán el 90 % de su capacidad incluso tras 40 años de uso. En términos comparativos, eso es casi tres veces la edad promedio de un coche particular en Estados Unidos. No es solo una mejora incremental: es una ruptura con el modelo de obsolescencia actual.
Hoy en día, incluso las mejores baterías de iones de litio prometen entre 8 y 10 años de vida útil. Eso implica reemplazos, residuos, y emisiones asociadas a cada nueva unidad fabricada. Una batería que dure décadas abre la puerta a vehículos eléctricos reutilizables, donde el sistema energético se conserve aunque el resto del coche ya haya cumplido su ciclo.

¿Qué cambia con las baterías de estado sólido?
Peso más bajo, más autonomía, menos riesgo de incendio. Estas ventajas técnicas llevan años en la hoja de ruta de los fabricantes, pero pocos han logrado avances concretos. Toyota, sin embargo, ya está trabajando con proveedores estratégicos como Idemitsu Kosan (electrolitos) y Sumitomo Metal Mining (materiales catódicos), asegurando acceso prioritario a recursos clave.
Estas baterías reemplazan el electrolito líquido de las baterías convencionales por uno sólido, lo que elimina muchos de los riesgos térmicos que pueden causar incendios. Además, permiten una densidad energética más alta, lo que se traduce en más kilómetros por carga sin aumentar el tamaño o peso del paquete.
Más ciclos, menos residuos
Empresas como Solid Power, en colaboración con BMW, ya han alcanzado más de 1.000 ciclos de carga completos con sus prototipos. Estudios de la Universidad de Harvard sugieren baterías capaces de mantener el 80 % de su capacidad tras 6.000 ciclos, una cifra impensable con las tecnologías actuales.
Traducido a un uso cotidiano, esto significa menos reemplazos, menos extracción de minerales como el litio o el cobalto, y por tanto menos presión sobre ecosistemas vulnerables. También reduce los costes totales del vehículo a lo largo de su vida útil, aunque el precio inicial sea más elevado.
¿Dónde se usarán primero?
Aunque hubo cierta ambigüedad, Toyota ha dejado caer dos posibilidades concretas para el primer despliegue comercial en 2027 o 2028: una nueva generación de híbridos, o un deportivo eléctrico de altas prestaciones, posiblemente una evolución del Lexus Electrified Sport Concept, heredero espiritual del LFA.
Gill Pratt, científico jefe de Toyota, ha insinuado que los híbridos podrían beneficiarse primero por su menor exigencia energética y ciclos de carga más suaves. Pero en el mismo evento, la marca también habló de un uso inicial en aplicaciones de alta potencia y largo alcance, lo que apunta a un coche de imagen, pensado para impresionar y demostrar de qué es capaz la tecnología.
Potencial
Este tipo de baterías puede ser clave en la transición ecológica. No solo por mejorar la eficiencia energética, sino por permitir:
- Una segunda vida real para las baterías, incluso tras el retiro del vehículo original. Podrían reutilizarse en nuevos coches o en almacenamiento doméstico de energía renovable.
- Reducción drástica del impacto de la minería, ya que se necesitarían menos materiales a largo plazo.
- Mayor aceptación social de los EVs, al resolver uno de los grandes temores del público: el envejecimiento prematuro de las baterías.
- Menos dependencia de infraestructuras de reciclaje complejas, si la vida útil de la batería se multiplica por cuatro.
- Aplicaciones fuera del automóvil, como respaldo energético en zonas rurales, hospitales o centros logísticos, aprovechando su durabilidad extrema.
Todo esto, si se cumple lo prometido, posicionaría a Toyota no solo como líder tecnológico, sino como un actor clave en la descarbonización del transporte.
Aún faltan años para verlo en las calles. Pero el simple hecho de que una marca tan conservadora y pragmática como Toyota esté apostando fuerte por esta vía, es una señal clara de que el cambio ya no es una utopía. Es una carrera, y algunos ya están adelantando por la izquierda.





