Nuevo estudio afirma que la caca de los animales puede transformar literalmente suelos áridos de alta montaña en oasis de vida, acelerando el proceso 100 años

Las vicuñas, parientes silvestres de las llamas y alpacas, viven en los Andes y utilizan “letrinas comunitarias” donde depositan grandes cantidades de estiércol. Estas acumulaciones aceleran la colonización vegetal de terrenos recién expuestos por el derretimiento de glaciares, un proceso que normalmente tomaría más de 100 años.
- Glaciares en retroceso en los Andes.
- Vicuñas como ingenieras del ecosistema.
- Latrinas comunales: fertilizante natural.
- Cien años de adelanto en regeneración vegetal.
- Riesgo: cambio climático más rápido que la adaptación.
El papel inesperado de las vicuñas en la regeneración de paisajes andinos
En el corazón de los Andes, un cambio silencioso ocurre sobre el terreno que, hasta hace poco, yacía bajo el hielo. La retirada acelerada de los glaciares está dejando al descubierto superficies desnudas, sin vida, donde las plantas tardarían más de un siglo en establecerse. Sin embargo, un actor inesperado está acortando ese plazo: la vicuña.
Este pariente silvestre de la llama deposita grandes cantidades de estiércol rico en nutrientes en zonas concretas, formando latrinas comunales que funcionan como auténticos viveros en miniatura. Allí, la vida vegetal avanza décadas por delante de lo que sería habitual en un entorno tan hostil.
vicuña
La vicuña (Vicugna vicugna) es uno de los dos camélidos silvestres que habitan los Andes sudamericanos, junto a la guanaco. Vive en altitudes que pueden superar los 4.000 metros, en ambientes fríos, secos y de baja disponibilidad de nutrientes. Su fino pelaje, considerado uno de los más valiosos del mundo, le permite soportar temperaturas extremas, mientras que su dieta se basa en pastos duros y escasos que encuentra en la puna y el altiplano. Históricamente, la vicuña fue intensamente cazada por su lana, lo que llevó a su población al borde de la extinción. Gracias a programas de conservación y manejo sostenible en países como Perú, Bolivia, Chile y Argentina, sus poblaciones se han recuperado notablemente en las últimas décadas.
Un rasgo peculiar de su comportamiento es el uso de letrinas comunales, donde varios individuos depositan sus excrementos en un mismo lugar. Más allá de su función social y territorial, estas acumulaciones de estiércol desempeñan un papel ecológico crucial: enriquecen suelos pobres en nutrientes con materia orgánica, fósforo y nitrógeno, fomentando la germinación y el crecimiento de plantas. Este aporte es especialmente valioso en paisajes recientemente liberados por el retroceso glaciar, donde las vicuñas actúan como catalizadores de nuevos ecosistemas en zonas que, de otra forma, tardarían más de un siglo en reverdecer. Así, este comportamiento aparentemente simple se convierte en una herramienta clave para la regeneración de hábitats de alta montaña.
Más que estiércol: un recurso clave en ecosistemas de alta montaña
Las latrinas de vicuñas concentran carbono orgánico, nitrógeno y fósforo en niveles muy superiores a los del suelo circundante, además de retener más humedad incluso en condiciones de sequedad extrema.
Estos microparches fértiles no solo facilitan la germinación de semillas, sino que también promueven una alta diversidad microbiana, creando las condiciones idóneas para que plantas y animales colonizadores prosperen.
En la práctica, esto significa que en apenas unos años pueden aparecer parches verdes en un entorno que, sin esta intervención natural, permanecería árido durante generaciones.

Cascada ecológica: más fauna y un ciclo autosostenible
La vegetación que surge en torno a estas latrinas atrae a otros herbívoros y, en consecuencia, a depredadores como el puma, enriqueciendo la cadena trófica de la alta montaña. Las propias vicuñas también se benefician, alimentándose de las plantas que crecen cerca de sus depósitos.
Imágenes de cámaras trampa han documentado especies poco frecuentes en altitudes extremas, lo que confirma que la recuperación vegetal, aunque localizada, expande el rango vital de numerosos animales.
Adaptación frente a un cambio climático acelerado
A pesar de su papel positivo, las vicuñas no pueden frenar por sí solas el impacto de un cambio climático sin precedentes en velocidad y magnitud.
Entre 2000 y 2019, los glaciares no polares perdieron unos 267.000 millones de toneladas de hielo al año. Si las tendencias actuales persisten, hasta un 68% de los glaciares del planeta podría desaparecer en las próximas décadas, afectando el suministro de agua de cientos de millones de personas.
Este contexto hace evidente que, aunque las vicuñas ejemplifican la resiliencia natural, se necesitan medidas humanas contundentes para mitigar el daño: reducción drástica de emisiones, restauración activa de ecosistemas y protección estricta de la biodiversidad andina.
La historia de las vicuñas ofrece una lección valiosa: las soluciones naturales pueden acelerar la restauración ecológica si se integran en estrategias amplias de conservación. Algunas ideas prácticas para potenciar este tipo de procesos incluyen:
- Protección legal de áreas clave donde actúan como regeneradoras naturales.
- Monitoreo científico a largo plazo para medir su impacto en la sucesión vegetal y la fauna asociada.
- Proyectos de restauración inspirados en procesos naturales, usando estiércol y materia orgánica local para acelerar la revegetación en zonas degradadas.
- Educación y participación comunitaria para que las poblaciones locales reconozcan y protejan este rol ecológico.
Si se combinan estos esfuerzos con políticas climáticas ambiciosas, las vicuñas podrían convertirse en aliadas estratégicas para conservar la vida en las alturas y ofrecer un respiro a ecosistemas que, de otro modo, podrían desaparecer.
Vía www.colorado.edu
Más información: Wild Andean camelids promote rapid ecosystem development after glacier retreat | Scientific Reports