Ruta por las huellas del Tercer Reich en Berlín
Recorrer Berlín es hacer un viaje por la historia. En la capital alemana quedan muchas huellas de la vieja DDR (Deutsche Demokratische Republik), RDA en español (República Democrática Alemana). Pero si escarbamos un poco encontramos también muchos restos de los años del Nacional Socialismo. He aquí algunos ejemplos.
Para entender bien que ocurrió en Berlín durante los años del Nacional Socialismo hay que tener claro que Hitler tenía muchas obsesiones. Una de ellas era transformar Berlín. Quería convertir la ciudad en la superlativa Germania, la Welthauptstadt ¡la capital mundial! Una urbe única, especial, acorde con sus pretensiones imperiales.
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Berlín, una ciudad para deslumbrar
Para lograrlo, diseñó El Führer un ambicioso plan urbanístico. Se cuenta que Hitler, con formación en Bellas Artes, fue un arquitecto frustrado. Puso al frente del mismo a Albert Speer el autor del proyecto del llamado “nuevo Berlín“. El objetivo estaba claro. La capital alemana debía deslumbrar a quien pasase por allí. Grandes avenidas, monumentales edificios administrativos. Un teatro colosal, hoteles de lujo…
Lo primero que ordenó Hitler fue levantar un gran estadio para acoger las Olimpiadas de 1936. Así nació el Olympiastadion con su peculiar estructura en forma de óvalo. Donde se conserva el palco presidencial, el Führerloge (reformado en el 2006) desde donde Hitler, muy enfadado, vio como un atleta negro, Jesee Owens, ganaba ¡cuatro mellas de oro!
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El bunker donde Hitler se suicidó
Pasadas las Olimpiadas le tocó el turno al primer gran capricho de Hitler: la nueva Cancillería. Tenía que ser un edificio capaz de impresionar, cegar, impactar a sus homólogos. Su sueño se hizo realidad y el 9 de enero de 1939 El Führer inauguró el que fue su refugio. También su tumba.
Bajo el suelo de este edificio se escondía el búnker, donde, cuentan se suicidó Hitler el 30 de abril de 1945 cuando los bombarderos rusos asolaban Berlín al final de la II Guerra Mundial. Los cuatrocientos metros de la cancillería fueron un blanco muy sencillo para los Aliados, deseosos de destruir el corazón del dominio nazi.
Churchill en Berlín
El primer “turista” que pisó estos escombros fue el primer ministro británico Winston Churchill, quien paseó sobre las ruinas de la cancillería el 14 de julio de 1945. Con un puro en la boca ¡por supuesto!
Actualmente, un cartel ubicado en la esquina entre Gertrud-Kolmar-Strasse y An der Kolonnade señala el lugar donde se ocultan restos del búnker. Cerca, en la ahora anónima calle que une el Unter den Linden con Stresemannstrasse, se ubicaban otros iconos del tercer Reich: el Ministerio de Exteriores (en el número 73), Agricultura (en el 72). Y en el 81-85 asoma el único edificio que ha sobrevivido a las bombas, hoy las oficinas del Ministerio de Hacienda, antes Ministerio del aire.


Frente a Hacienda, en Niederkirchnerstrasse y protegido aún por restos de doscientos metros de muro sigue en pie la que fue sede de la Gestapo, la temida policía secreta del régimen. Los que se oponían a Hitler acababan en los sótanos de este edificio donde les torturaban.


Allí al lado se extendían los dominios del ministro Josef Goebbels. Parte de la que fue su casa, el Ministerio de Propaganda, sigue en pie en el número 53 de la vecina Mauerstrasse. Goebbels, gran orador y famoso por su populista dominio del lenguaje, dirigía también el principal diario nazi, el Völkischer Beobachter, sito en la anexa Zimmerstrasse 88-90, al lado de donde hoy aún pervive el viejo paso fronterizo de Checkpoint Charlie.
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En búnker de Goebbels en Berlín
Y su búnker apareció hace unos años oculto en la esquina noreste del Monumento al Holocausto, un laberíntico conjunto de lápidas de hormigón obra del norteamericano Peter Eisenman dedicado a los seis millones de judíos víctimas del nazismo. Sobrecogedor.


La quema de libros en Bebelplatz
Pero creo que el lugar de Berlín donde aún se percibe el espíritu de Goebbels es en la Bebelplatz, famosa pues fue allí donde se produjo la mítica quema de 20.000 libros de autores prohibidos por el régimen por ser judíos, comunistas o simplemente críticos con el nacionalsocialismo.
Las letras de Bertold Brecht, Maxim Gorki, Thomas Mann, Karl Marx o Ernest Hemingway ardieron mientras Goebbels gritaba excitado: “¡Contra la decadencia y la depravación moral!”


La llamada “Habitación del Silencio”, un sótano blanco con estanterías vacías que reina, cubierto con un cristal, en medio de la plaza, recuerda aquel histórico día en el que el nazismo, aún casi recién instaurado en el poder, dejo entrever cual iba a ser estrategia cultural.
En 1942, Speer, reconvertido en ministro de Armamento, se trasladó a la actual sede del Deutsche Genossenschaftsbank, hoy rehabilitada por el arquitecto Frank Gehry.
La historia de la cúpula del Reichstag
Retocar las oficinas del arquitecto nazi fue un reto que el californiano remató con un osado tejado acristalado en forma pez que se ve desde la cúpula del Reichstag, otro de los iconos del Berlín moderno, creada por Norman Foster.


Y sin duda, otro de los emblemas del nazismo, no precisamente por que Hitler adorase este edificio sino por lo contrario. Famosa fue la noche de aquel 27 de febrero de 1933, cuando un incendio destruyó el edificio donde se reunía el viejo parlamento prusiano. Nunca se aclararon los motivos del aquel suceso.
Hay teorías que dicen que lo provocaron los propios nazis para “cargarse” el parlamentarismo. La prueba de que al Führer no le apasionaba el edificio fue que nunca ordenó su reparación. Se recuperó sólo un ala que durante el Tercer Reich funcionó como sala de exposiciones propagandísticas.
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La estación de Grunewald, salida de los trenes al exterminio
Otro punto donde el recuerdo convive con el horror es la estación de Grunewald, de donde partió un octubre de 1941 aquel tren con 1251 judíos a bordo rumbo a los campos de exterminio de Theresienstadt, Riga, Lodz. Y Auschwitz-Birkenau, en Cracovia, (Polonia).
Fue el primero de una larga lista de ferrocarriles que circuló hasta marzo de 1945 y en la se deportaron a más de 55.000 judíos. En los raíles del hoy dormido andén 17 figuran impresos los nombres de los deportados.
Han pasado los años. Y el esfuerzo por borrar las cicatrices del nazismo ha sido grande, y a la vez inútil. No hay más que escarbar un poco para encontrar alusiones a aquellos años. Un monumento simbólico en un barrio cualquiera, una placa en algún edificio donde se recuerda a una víctima anónima, un cartel en una calle, un memorial, una exposición, un museo…
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El debate sigue vivo. Algunos creen que la señalización de puntos claves relacionados con el pasado nacionalsocialista pueden ser peligrosos y convertirse en puntos de peregrinación de neonazis modernos, quienes a falta de una tumba donde venerar a su líder quizá tiendan a venerar los escenarios por los que pasó su “ídolo” en vida.
También hay que quienes creen que, al contrario, conviene dejar a la vista esos restos como elementos de permanente concienciación de los desastres de la guerra y de la crueldad del nacionalsocialismo. Como han hecho en Varsovia, otra ciudad llena de huellas de la II Guerra Mundial.


¿Qué opinas?
El resumen de este sentimiento contradictorio entre los Berlineses se resume visitando la bella Neue Wache (Nueva Guardia) en el bulevar Unter den Linden. Es este un edificio que muestra los paradojas de Berlín.
Durante el Tercer Reich reinó como monumento a las víctimas del comunismo. En años de la RDA pasó a homenajear a las víctimas del fascismo. Hoy es un memorial a las víctimas de las dictaduras. En su interior, una mujer llora tras haber perdido a su marido en la I Guerra Mundial y a su hijo, el cual lleva muerto en sus brazos, en la segunda contienda.
A su lado, una placa reza: “Recordamos a los pueblos que han sufrido por la guerra. Recordamos a los millones de judíos asesinados. Recordamos a los gitanos asesinados…” Berlín tiene una deuda con el mundo.
Un sentimiento de remordimiento que hagan lo que hagan nunca desaparecerá.
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