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Castillo de Villena, una de las joyas de Alicante

Alicante se vende a sí misma como un destino puramente de sol, playa y buena calidad de vida. No está nada mal, pues todas estas características, en el caso de Alicante, son atribuibles al cien por cien y, además, son motivos sobrados para que alguien la elija como destino vacacional.

Sin embargo, hay muchos más atractivos .

Por un lado, las montañas, con un buen número de rutas senderistas que llevan a picos de entre 1.000 y 2.000 metros sobre el nivel del mar. Las tienes de todos los colores y olores, siendo aptas para casi cualquier persona con una condición física medianamente buena.

Por otro lado, están los monumentos históricos. Sobre todo, los castillos.

Castillo de la Atalaya

En la provincia de Alicante hay más de 220 castillos y fortalezas. Algunas son antiguos vestigios de la línea defensiva costera que trazaron los distintos reyes españoles para proteger estas ricas tierras de piratas e invasores árabes. Otras, servían para defender valiosas tierras y fructíferos campos del interior.

Uno de estos castillos es el de Villena, llamado también el castillo de La Atalaya.

Cómo llegar al castillo de La Atalaya en Villena

Si tienes auto, la forma más rápida de llegar al castillo de Villena es tomando la A-31 desde Alicante. La distancia es de algo menos de 60 km y la recorrerás en unos 45 minutos.

Si no tienes auto, tienes la opción de viajar hasta Villena, desde Alicante, en tren. El tren regional suele tardar unos 45 minutos y puede llegar a costar tan solo 4,40€/trayecto. Si quieres llegar en 20 minutos de Alicante a Villena, siempre puedes optar por coger el AVE, aunque el billete subirá a unos 11€/trayecto.

Otra opción es el autobús. La empresa Subús cubre el recorrido en unos 80 minutos desde la estación de autobuses de Alicante. El precio ronda los 6€ por trayecto.

Historia del Castillo de Villena

Hacia finales del siglo XII, los árabes decidieron controlar los campos de Villena desde la cima de la elevación del Cerro de San Cristóbal, que forma parte de la Sierra de la Villa. Para ello construyeron el Castillo de la Atalaya.

Aunque hay conjeturas sobre el hecho de que se levantara sobre antiguas ruinas romanas, lo cierto es que no hay pruebas que lo demuestren.

Los árabes construyeron una fortaleza sólida e impactante, ya que las tierras que querían proteger eran consideradas de una riqueza extrema. Esa robustez de sus murallas fue la causante de que el rey Jaime I tuviera que asediar el castillo de Villena hasta en tres ocasiones antes de que sus defensores cedieran.

 

En 1240, al fin, pasó a manos cristianas. El infante Manuel de Castilla fue nombrado entonces señor de Villena. El hijo de este, Juan Manuel, restauró gran parte del castillo, para alojar a su importante prometida, Constanza, hija del rey Jaime II de Aragón.  Constanza era una niña por aquel entonces, y la mantuvo recluida hasta que alcanzó la edad en la que podía consumar el matrimonio.

Después del linaje de los Manueles, el castillo pasaría a manos de Alfonso de Aragón el Viejo, primer hombre nombrado marqués de Villena.

Don Juan Pacheco, segundo marqués de Villena, fue quien revistió los muros y elevó la inicial torre árabe (que tenía dos plantas), añadiendo dos plantas extras. Esto le dio un aire de castillo-palacio.

El castillo de Villena tuvo un importante papel en las Revueltas de las Germanías, conflicto que produjo la sublevación de la burguesía en los reinos de Mallorca y Valencia entre 1519 y 1523.

Ya en el siglo XVIII, 50 hombres fieles a los borbones soportaron un asedio de algo más de una semana parapetados tras las murallas del Castillo de La Atalaya.

Un siglo más tarde, durante la Guerra de la Independencia de España, el mariscal Suchet, sabedor de la importancia estratégica del castillo, ordenó volar las cubiertas de las torres del homenaje.

Tras la Guerra de la Independencia el abandono fue total. De hecho, algunas de las casas que se construían junto al castillo, utilizaban materiales robados a la fortaleza. A partir de 1958, comenzaron las obras de restauración que culminaron en lo que podemos ver hoy en día.

Desde finales de los 60, el castillo comenzó a formar parte de las fiestas de Moros y Cristianos de Villena. La iluminación nocturna y la rehabilitación de los alrededores de la fortaleza llegaría en los 90.

Visita al Castillo de Villena

Dejé el auto en el estacionamiento que se encuentra a espaldas de la fortaleza.

Después caminé un par de minutos hasta llegar a la puerta principal.

El castillo de Villena posee dos recintos amurallados. La muralla exterior está protegida por 12 torres, mientras que la interior cuenta con cubos circulares y la mencionada torre del homenaje de cuatro pisos.

La fortaleza

Cuando entras en la fortaleza del Castillo de la Atalaya por la única puerta que queda habilitada de las tres que existieron en su día – el gran portón orientado al noroeste – parece que has entrado en una máquina del tiempo.

Las gruesas murallas las levantaron los almohades, pero fueron después revestidas por orden de don Juan Pacheco, segundo marqués de Villena. Enseguida te encuentras con un patio de armas de planta poligonal y custodiado por torres cúbicas en todos sus ángulos, excepto en el que se encuentra la imponente torre del homenaje, con sus cuatro alturas.

Tanto muros como torres, están rematados por almenas triangulares. Junto a las murallas, según las excavaciones, existían almacenes, cuartos de guardia y caballerizas.

La torre del homenaje

La torre del homenaje del castillo de la Atalaya es la estructura que domina todo el conjunto.

El acceso de la planta baja te lleva a una sala cuadrada de 7×7 metros, custodiada por un muro de 3,5 m de grosor. La sala no tiene ningún tipo de iluminación natural, salvo la puerta de entrada. Cuando estés dentro, dirige tu mirada al techo y podrás ver una de las pocas bóvedas nervadas de origen almohade que quedan en España (una pena que fueran destruidas y esta sea una reconstrucción). Data del siglo XII y los ocho arcos que la sustentan forman una estrella de ocho puntas en el centro de la misma.

Una escalera da acceso al segundo piso y al final de la misma encontrarás una reproducción del grafito de “La Mano de Fátima” (podrás encontrar la original en el Museo Arqueológico de Villena), símbolo potentísimo de protección en el mundo árabe. En España quedan tres manos de Fátima procedentes de la antigüedad: la de La Alhambra, la de Toledo y esta de Villena.

Esta segunda sala también contiene una bóveda similar a la de la primera.

Las salas tercera y cuarta fueron añadidas en el siglo XV y sí poseen ventanas. Además, se accede a ellas por puertas individuales, mostrando que era una zona privada del castillo.

Pero lo mejor fue subir a la torre, desde donde se puede divisar, en un día claro, todas las tierras del término municipal de Villena. Respira profundamente el aire y siéntete señor de aquellas por un momento.

Las bóvedas almohades

Como suele ocurrir, la guerra trajo la desgracia al Castillo de Villena. En la de la Independencia (1811), el mariscal francés Suchet voló parte del castillo, llevándose las espectaculares bóvedas almohades por delante. Fueron restauradas en 1958 y el año 2000.