No puedes decir que has viajado a la Riviera Maya o a la Península de Yucatán si no te has bañado en un cenote. Es así. Seguro que has visto infinidad de fotos de lugares que parecen sacados de la imaginación de un profesional del Photoshop… pero te aseguramos que son reales. Aguas cristalinas en cuevas con estalactitas y estalagmitas, más aguas cristalinas en grutas con un agujero por el que entra la luz, otras aguas cristalinas con un círculo perfecto abierto al cielo sobre el agua por el que caen las raíces de los árboles… Sí, los cenotes en México tienen una característica común: sus aguas cristalinas –aunque también hay algunos turbios… y sagrados–. Para todo lo demás, la cámara de fotos –o el móvil–.

Como estamos seguros de que tú también querrás llevarte a casa esa foto como recuerdo, además de que, ya hemos dicho, “si no te bañas en un cenote, no has ido a la Península de Yucatán”, vamos a sugerirte unos cuantos. Y, para que no haya excusa, vamos a recorrer toda la península, desde las playas de la Riviera Maya hasta el estado de Yucatán con los alrededores de Valladolid y Mérida. Siempre tendrás un cenote cerca en tu viaje, y es que se estima que hay más de 7.000 cenotes solo en el estado de Yucatán –la cantidad de selva en Quintana Roo y Campeche hace difícil el recuento en el resto de la península–.

Ponte el bañador y ni se te ocurra untarte protector solar –si hace sol, usa una camiseta de manga larga con filtro UV–, nos vamos de cenotes en México.

Qué son los cenotes y qué tipos hay

La palabra cenote proviene del maya ts’ono’ot o d’zonot y significa “caverna con depósito de agua”. Ya hemos dicho que siempre es una cueva o gruta, con abertura en el techo o sin ella. Obviamente, además de esa abertura en el techo, es necesario que haya una manera de llegar hasta él de alguna forma. Solo unas pinceladas sobre su proceso de formación: millones de años, eras glaciares y sedimentos kársticos.

Hemos dado una primera pista sobre los tipos de cenotes en la introducción. A grandes rasgos, hay tres tipos basándonos en su apertura al exterior y su edad.

• Los cenotes de caverna, cuevas sin entrada de luz natural a través de ninguna abertura en sus techos. Son los más jóvenes y en los que el agua se renueva más rápidamente.
• Los cenotes semiabiertos, tienen una apertura sobre la lámina de agua por derrumbe de parte de la bóveda. Son “la mediana edad” de los cenotes.
• Los cenotes abiertos, son aquellos que tienen toda la lámina de agua a cielo abierto por el colapso completo de la bóveda. Son más antiguos y, por esa conexión con el exterior, son hogar de muchas especies de algas y microorganismos.

Por qué son tan frágiles y cómo preservarlos

Los cenotes fueron, durante siglos, la única fuente de agua dulce en la Península de Yucatán y, por eso, muchos fueron venerados como lugares sagrados –cerca de las grandes ruinas mayas siempre hay un cenote sagrado–. Imagina lo importante que era preservarlos en aquel momento. Ojo, no se te ocurra pegar un trago cuando te bañes, nuestros cuerpos de hoy en día no están preparados para un agua tan ácida.

Con el suministro de agua potable –aunque tenemos que decir que el agua del grifo en la Península de Yucatán no la beben ni los locales–, han perdido esa parte básica para la supervivencia. Pero siguen siendo un sistema fundamental para la flora y la fauna de la zona. Un sistema porque no hay cenotes independientes, la mayoría están conectados llegando a unir decenas de ellos mediante túneles subterráneos por los que fluye el agua. Los derrumbes en las bóvedas de los cenotes, las obras civiles que rompen los túneles y los sedimentos y escombros que se generan pueden llegar a bloquear la circulación. Con el agua bloqueada se pueden secar cenotes, colapsar bóvedas, morir partes de la selva…

Poco podemos hacer los turistas para evitar los derrumbamientos y las obras civiles. Pero hay algo que puede acabar con el equilibrio de los sistemas de cenotes que sí podemos controlar: los protectores solares, los aceites solares, el maquillaje… Los cosméticos en general crean una capa sobre las aguas de los cenotes que corta el intercambio de oxígeno y acaba por destruir la vida en su interior. Tenlo en cuenta también a la hora de bañarte en otras zonas de la Riviera Maya, playas incluidas.

¿Cómo elegir qué cenotes visitar?

Si solo en el estado de Yucatán hay más de 7.000 cenotes, ¿cómo elegir qué cenotes visitar? Con una clasificación que no tiene que ver con la edad. Hay dos grandes tipos de cenotes: los turísticos –cerca de ruinas mayas o de grandes ciudades y con todos los servicios– y los rurales –en pequeñas comunidades y de difícil acceso–.

La experiencia será más “auténtica” en los rurales: recorrer un camino en mitad de la selva, bajar por unas escaleras de madera en un estado un poco salvaje, nadar casi en soledad… Pero también falta de duchas y servicios, sin posibilidad de comer o beber nada que no lleves tú mismo y sin seguridad en forma de nadie vigilando a los bañistas.

A los turísticos podrás llegar por grandes carreteras, dejar el coche en los aparcamientos o contratar tours en autobús, guardar tus pertenencias en taquillas, alquilar toallas, comer en los restaurantes, descansar en las hamacas… Será más difícil que no tengas que compartirlo con decenas de turistas, pero, si esperas a la hora de comer, también podrás disfrutar de tu propio cenote particular.

Entre los turísticos, también están los que tienen cabañas en las que quedarse a dormir. Además de la tranquilidad de dormir en mitad de la naturaleza con todas las comodidades del siglo XXI, se añade que el cenote tendrá horarios de uso exclusivo para huéspedes.

Con decenas de miles de cenotes, está claro que tenía que haber para todos los gustos. Durante nuestros dos meses de viaje en la Península de Yucatán visitamos 16 cenotes. Turísticos, en mitad de la selva, sistemas de cenotes, en lagunas –sí, también hay cenotes dentro de lagunas–, en hoteles –hay cenotes con cabañas y hoteles con cenote–…

Cenotes en la Riviera Maya, cerca de Tulum, Playa del Carmen, Cancún… en Quintana Roo

Dado que la Riviera Maya es el destino por excelencia de la Península de Yucatán, empezamos con los cenotes del estado de Quintana Roo, el de Cancún, Playa del Carmen y Tulum. El Mar Caribe es una preciosidad, pero dale una oportunidad a los cenotes, no te vas a arrepentir.

Los cenotes de Bejil-Ha, entre Tulum y Playa del Carmen

Comenzamos nuestro recorrido de cenotes en la Riviera Maya entre Tulum y Playa del Carmen, en el pueblo de Chemuyil. Allí hicimos un tour de cenotes con la gente de Bejil-Ha, una asociación local que se encarga de limpiar, mantener y poner en valor los cenotes de la zona, además de hacer recorridos guiados por ellos. Nuestro guía, Alan, nos llevó a los tres cenotes de la ruta El camino del agua. Pero no es solo que nos llevara, es que nos hizo un reportaje fotográfico de lujo. Todo el mérito de las imágenes es suyo y su paciencia y la capacidad de sus pulmones para aguantar bajo el agua, infinitas.

Una forma de lo más responsable de acercarse a los cenotes y de ayudar a que se mantengan y preserven. Echa un vistazo a su web, si te animas, no te arrepentirás. También tienen otra ruta llamada Las aguas ancestrales que visita otros tres cenotes –de K’oox Baal, el tercer sistema más largo del mundo– y recorre túneles, cuevas, grutas… aventura en estado puro.

El Parque Dos Ojos, cenotes para dar y tomar

A unos 20 km al sur de Playa del Carmen –unos 50 km al norte de Tulum– está el Parque Dos Ojos. Otro sistema de cenotes que recibe su nombre por dos grandes cenotes que parecen ojos abiertos al cielo, pero que tiene una longitud de 82 km y está formado por 28 cenotes. No todos están abiertos al público, pero, mientras recorres la pista de tierra que sale de la carretera 307, encontrarás unos cuantos para elegir.

Nosotros entramos en Taak Bi Ha, agua escondida en maya. Y sí que está escondida: es un cenote tipo cueva con unas aguas cristalinas y unas estalactitas, estalagmitas y columnas como las de las cuevas más famosas que conozcas. Además, al estar al final del parque –en realidad no forma parte del complejo, aunque sí del sistema de cenotes–, hay menos turistas y pudimos disfrutarlo casi en soledad.

Óom Bubble Boutique, el primer hotel burbuja de la Riviera Maya, también tiene cenote

¿Recuerdas que hemos dicho que fuimos a hoteles con cenote? Pues entre Playa del Carmen y Cancún, un poco hacia el interior, está el hotel Óom Bubble Boutique. Ya te decimos que no irás hasta allí por su cenote, pero no queríamos dejar de mencionarlo.

Irás, si vas, porque es el primer hotel burbuja en la Riviera Maya y dormir en una burbuja de plástico rodeados por la selva es otra de esas experiencias que nos llevamos en el recuerdo para siempre con nosotros. Y sí, Sara también se bañó en el pequeño cenote que hay dentro de los terrenos del hotel.

Cenotes en la laguna de Bacalar

Cuando hemos dicho que visitamos cenotes dentro de lagunas seguro que has puesto una cara rara. ¿Cómo puede haber un cenote en una laguna, si ya está dentro del agua? Te explicamos. Ya hemos repetido más de una vez que los cenotes están conectados entre sí formando sistemas y que el agua fluye de unos a otros. Pues ese agua acaba desembocando. ¿Dónde? Pues en el mar o en lagunas.

En la laguna de Bacalar –una maravilla de colores y amaneceres que nos atrapó durante casi una semana de nuestro viaje–, hay nada menos que tres cenotes. El cenote Negro o de la Bruja –llamado así por el color de sus aguas que pasan del medio metro a los cien metros de profundidad en caida libre–, el cenote Esmeralda y el cenote Cocalitos. La mejor forma de verlos es desde una barca en la Laguna de los Siete Colores, porque la orilla es casi toda privada de clubs de playa y hoteles.

Junto a la laguna, pero fuera de ella, está el cenote Azul. Un cenote “clásico” de 200 metros de ancho y 90 de profundidad.

Cenotes en Yucatán

Yucatán es el estado de los cenotes por excelencia. No hay excursión a Chichén Itzá que se precie que no acabe con la visita a un cenote. Las grandes ciudades del estado, Mérida y Valladolid, también tienen cenotes en sus alrededores. Vamos, no te vas a escapar de las aguas subterráneas yucatecas.

Cenote San Ignacio cerca de Mérida

Comenzamos por la capital del estado, por Mérida –echa un vistazo a qué ver en Mérida, que no todo son cenotes–. Tendrás para elegir, porque a pocos kilómetros al noroeste hay unos cuantos. Eso sí, nosotros fuimos a “contra corriente” y visitamos los del sur y uno en el noreste. Somos así…

Nuestra primera toma de contacto con un cenote, la primera vez que vimos esas aguas cristalinas, fue en Chocholá, en el Cenote San Ignacio. Un cenote en mitad del pueblo y de tipo cueva. Nuestro primer baño fue de noche, no decimos más. Pero claro, ¿qué diferencia hay entre bañarse de día o de noche en un cenote cueva? Nos encantó la experiencia: la tranquilidad, la transparencia del agua que nos permitía ver la arena en el fondo –un fondo mucho más abajo de lo que parecía–, el aislarse del mundo… En ese mismo momento decidimos que los cenotes de México serían una parte importante de nuestro viaje por la Península de Yucatán.

El cenote está totalmente preparado con vestuarios, servicios, zona de descanso con hamacas y piscina en el exterior, bar, restaurante… Y también hay unas cabañas de madera en las que dormir. Nuestra primera experiencia con los cenotes tenía que ser completa y nos quedamos a dormir, y también cenamos –nos prepararon los platos delante de la mesa– y desayunamos. Si nos había gustado el cenote, el pack completo nos enamoró. Echa un vistazo aquí a los precios y disponibilidad de las cabañas.

Cenotes en los alrededores de Mérida

También en los alrededores de Mérida probamos las aguas de un par de cenotes gestionados por comunidades locales. De esos que decíamos más alejados y con menos servicios, pero que se han mantenido casi como hace siglos.

Empezamos con el cenote Su-Hem en Pixyá, a unos 50 km al sureste de Mérida. Avisamos de que el camino para llegar es solo para coches altos y conductores osados. Tampoco hay muchos servicios en el cenote, hay un vestuario en el que cambiarse, pero ni bar ni restaurante –nuestro guía pidió comida en una de las casas del pueblo y nos la llevaron al cenote–. Después de la cueva de San Ignacio, nos encontramos con un cenote abierto, una especie de “agujero redondo” en el suelo de la selva con ramas y raíces de árboles bajando por los bordes y colgando sobre el agua del fondo. Las escaleras para bajar son de madera y están bastante “castigadas”, a la plataforma para saltar se llega subiendo por un palo, la cuerda de “vida” ha vivido tiempos mejores…

Pero nos encantó el lugar, en mitad de la selva, y nos sentimos un poco Indiana Jones descubriendo esa maravilla. Hay varios cenotes más de las familias del pueblo en los alrededores.

Del mismo estilo, pero en mitad de un manglar, es el cenote Dzonot dziik –Cenote Bravo– en San Crisanto. Después de recorrer el manglar en una pequeña barca y ser devorados por cientos de mosquitos, llegamos a un ojo de agua –otra de las denominaciones de los cenotes–. Confesamos que aquí no nos lanzamos al agua, si los mosquitos nos habían comido con la ropa, en bañador nos iban a drenar…

Cenotes en Valladolid

La otra gran ciudad de Yucatán, Valladolid, también tiene cenotes para dar y tomar. Podrías pasar semanas visitándolos todos –incluso hay un tour de cenotes en Valladolid–. Nosotros nos decantamos por dos. No vamos a decir que sean los mejores, ni los más bonitos –no hicimos un estudio exhaustivo–. Fueron los que visitamos porque se podía llegar de forma cómoda en transporte público y nos encantaron. Por cierto, uno de los más famosos en esa zona es Suytún, por su rayo de luz y su plataforma con la que se consigue la foto perfecta. Otro que nos aconsejaron fue el cenote X’ux Ha pero, lo dicho, nosotros fuimos a estos dos.

Después de un cenote cueva con cabañas y de dos cenotes “austeros” en mitad de la selva, llegó el momento de conocer uno turístico. Pero TURÍSTICO. Hablamos del cenote del complejo Selva Maya en las afueras de Valladolid. Además del propio cenote, también hay un circuito de tirolinas –que, por supuesto, también probamos–, rutas de bicicleta en la selva –eso no lo hicimos, es lo que tiene no saber montar en bici–, restaurante buffet, zona de descanso con hamacas… Y, obviamente, vestuarios, taquillas, servicio de alquiler de toallas… Un cambio completo frente a los que habíamos visitado hasta entonces, pero igual de increíble. El cenote es menos “auténtico”, pero más bonito con la cascada de agua cayendo entre las raíces de los árboles.

Igual de turístico –forma parte de muchos tours a Chichén Itzá– es el cenote Chichi Kan. Un cilindro perfecto hundido en mitad de la selva que nos dejó locos desde arriba, pero sobre todo desde abajo. Paredes verticales de piedra llenas de vegetación y un círculo de luz casi tapado por las ramas de los árboles que rodean el cenote. Un auténtico lujo de sitio. Aquí también encontramos todos los servicios y restaurante para recuperar fuerzas.

Ik Kil cerca de Chichén Itzá

El cenote Ik-Kil está a poco más de 5 km de las ruinas mayas más famosas, una de las nuevas siete maravillas del mundo. El sitio perfecto para relajarse antes o después de visitar Chichén Itzá. Nosotros lo hicimos antes, de hecho, no solo en las aguas del cenote, también en una de sus cabañas de madera y en toda la propiedad. Al caer la noche, ya sin tours, el cenote es casi mágico –los huéspedes pueden acceder al cenote antes y después del horario al público– y pasear por la selva nos hizo olvidar que, como decíamos, estábamos solo a 5 km de uno de los lugares más turísticos de la Península de Yucatán y de todo México.

Las escaleras excavadas en la propia roca para llegar a la lámina de agua del cenote nos llevaron de la vista desde arriba hasta el choque de la oscuridad y la luz entrando sobre el agua. Una imagen parecida a la de Chichi-Kan, pero que las escaleras a oscuras se encargaron de reforzar todavía más. Y, como aquél, también lo puedes visitar con un tour a Chichén Itzá y Cobá.

Dos meses en la Península de Yucatán y 16 cenotes, ¿cuántos piensas visitar tú?