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Ladakh: Inmensidad y fe se unen en el pequeño Tíbet de la India

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Miles de banderas de oración ondean en las cimas y los pasos de montaña donde la altitud pasa a ser una condición más que una característica. La inmensidad de los espacios, esos cielos tan nítidos que parecen irreales, un mantra pronunciado en bucle desde una garganta rasgada por los rigores de la sequedad más absoluta. Así se puede describir Ladakh, el último sendero del norte de la India hacia la Ruta de la seda y donde deambuló durante siglos hasta hoy el budismo tibetano más puro y tradicional. Con sus inagotables monasterios aferrados de manera milagrosa a los lugares más inverosímiles dentro de un accidentado relieve propenso a jugar a los imposibles. Suenan las trompetas desde una atalaya, llueven los rezos en la sala de asambleas. Y, mientras tanto, los mercados se visten de fiesta, las carreteras producen curvas que parecen haber sido trazadas por un bromista y el río Indo anuncia su paso con firmeza regando de fertilidad uno de los valles de los que proceden tantos y tantos orígenes y civilizaciones. La sigilosa mirada de los últimos leopardos de las nieves nos observan desde la lejanía, seguros por una invisibilidad legendaria que les otorga un poder fantasmal y omnipresente que no parece de este mundo.

Monasterio en Ladakh, el pequeño Tíbet de la India

Ladakh, el pequeño Tíbet de la India, esa fortaleza de armonía entre montañas, huele a incienso y mantequilla de yak. Sabe a curry y a té masala o a una cocina diminuta de la que salen momos al vapor. Un destino singular y de extraordinaria belleza capaz de protagonizar un viaje hacia lo más profundo de nuestro ser. Donde cada reto, cada brizna de oxígeno, se vive como una recompensa. Y donde las sonrisas recibidas se incluyen en el precio final de nuestra aventura.

Recién llegado de un trepidante viaje a Ladakh vengo cargado de anotaciones, lugares y momentos únicos. Pero, mi equipaje, más polvoriento que nunca, me pide abrir primero el bolsillo donde guardo las sensaciones y los porqués de esta aventura junto a un un equipo que ha dado la talla en todo momento. Almas viajeras en busca de parajes mayúsculos y la espiritualidad que fluye en templos y monasterios de un budismo tibetano el cual parece hallar mejor custodia que la hay justo al otro lado, en la Región Autónoma del Tíbet ocupada por China desde hace décadas. Éste encuentra en India cierta protección y singularidad basada en una mezcolanza de tradiciones y en el legado de un poderoso reino del pasado en un auténtico nudo de comunicaciones de lo que el gran subcontinente tenía para aportar en los intrincados cruces de caminos de la Ruta de la seda.

Monasterio Tsemo en Leh (Ladakh)

¿Dónde está Ladakh?

Ladakh es una pequeña región situada en el extremo norte (noroeste) de la India. Limita al norte con China de los uigures, al este con el Tíbet, al oeste con Pakistán y al sur con el estado de Himachal Pradesh. Hasta 2019 formaba parte del mismo Estado con Jammu y Cachemira, pero ahora está configurada dentro del galimatías de India como una entidad administrativa separada y directamente controlada por el gobierno central del país. La mayoría étnica de Ladakh está compuesta principalmente por personas de ascendencia tibetana y mongola, con una fuerte influencia cultural tibetana. El grupo étnico principal en Ladakh es el grupo étnico ladakhi, que incluye a los ladakhis budistas y a los musulmanes ladakhis. Los ladakhis budistas son la mayoría en la región y se adhieren al budismo tibetano, mientras que los musulmanes ladakhis practican el Islam, principalmente la rama sunita. La coexistencia pacífica y armoniosa de estas dos comunidades religiosas y culturales siempre fue una característica destacada de la sociedad de Ladakh. A pesar de las diferencias religiosas, los ladakhis comparten muchas tradiciones culturales y festivales, y han convivido en esta región remota durante siglos. Aunque eso no quita que en ocasiones pueda haber ciertas tiranteces, sin llegar a las manos, pues son muchas más las cosas que les unen que les separan como es habitar una de las regiones más remotas y aisladas geográficamente del planeta.

Mapa de Ladakh (India)

Razones para viajar a Ladakh

Su emplazamiento, naturaleza y particularidades religiosas donde ejerce una gran influencia su arraigada fe al budismo tibetano profesado durante más de un milenio en la región, convierten a Ladakh en un destino ideal para viajar a la India más alejada de los tópicos y conceptos manidos que podamos imaginar. Recorrerla conlleva ser testigos directos de un Tíbet más auténtico y libre, garante de tesoros materiales e inmateriales de toda la Humanidad. Y ser acunados por la altitud en amplios valles por las cordilleras más altas del planeta como son el Himalaya y Karakorum, el hogar de los yaks, del escurridizo leopardo de las nieves, de las grullas de cuello negro y de no pocas criaturas que deambulan cómodas sobre este techo árido e interminable.

Sele en Ladakh antre el Buda Maitreya del monasterio de Thiksey

Habiendo estado un par de semanas en los dominios del Indo, entre montañas que superan los seis mil metros, monasterios tibetanos (allí conocidos como gompas) y pueblos con un gran arraigo cultural y religioso, moviéndonos todos por un reguero de carreteras infernales, creo poder afirmar en caliente las razones por las que viajar a Ladakh me parece una de las mejores aventuras posibles.

Sele en Ladakh (India)

La salvaguarda del budismo tibetano (más allá del propio Tíbet)

Viajar a Ladakh te traslada a un budismo tibetano con arraigo y tradición. Al contrario de lo que sucede en la Región Autónoma del Tíbet, donde China le tiene puesto el pie sobre la nunca, el desempeño de esta religión no ha sido detenido ni perturbado por injerencias políticas. De ahí que se mantengan las costumbres en los monasterios y se sigan celebrando los festivales religiosos donde el pueblo forma parte de los mismos. Algo similar a Bután, la tierra del dragón del trueno, donde el budismo tibetano continúa imparable amparado por los Himalayas y las viejas historias de gurús que trasladaron estas creencias hace más de mil años.

Monjes budistas en el monasterio Matho de Ladakh (India)

Ladakh conserva decenas de monasterios budistas, algunos de gran antigüedad y unas dimensiones destacables, siempre situados en localizaciones de vértigo y bañados por los áridos paisajes del extremo noroccidental de la India. Todos ellos son visitables y algunos como Hemis, Thiksey, Spituk o Lamayuru, desplegados sobre las fértiles tierras del valle del Indo, regalan unas postales envidiables desde cualquier posición. Otros como Alchi atesoran el interior mejor preservado que uno pueda imaginar, mientras que Diskit, Taktok , Likir, Matho o Chemrey, prefieren jugar con sus solitarias ubicaciones y la escasa o nula recepción de visitantes.

Monasterio Thiksey (Ladakh, India)

El monasterio, allí conocido como Gompa, astesora una doble función de centro religioso y fortificación. Y también centro agrícola, pues desde los mismos se explotaban (e incluso se hace hoy día) muchas de las tierras de cultivo de alrededor. De ahí su omnipresencia y rango dentro de la sociedad ladakhi.

Por otro lado, la presencia de otras religiones (hindú y musulmana) aportan riqueza a una diversidad que hasta ahora ha coexistido en convivencia.

La inmensidad de los paisajes

Dejando de un lado el tema cultural y religioso, que ya de por sí resulta potentísimo dentro de un destino de este tipo, algo nos que deja boquiabiertos a los visitantes de esta unión territorial de la India es, sin lugar a dudas, la magnificencia y grandiosidad de los paisajes. Ladakh se encuentra encajado entre la cordillera del Himalaya y la gran cadena montañosa de Zanskar al sur, mientras que por el norte lo aíslan las cumbres de las estribaciones más meridionales de la cordillera de Karakorum. Entre tanto el río Indo y su gran valle se encarga de vertebrar el territorio de este a oeste. De ahí que Ladakh sólo se explique a través de montañas, valles de origen glacial y unas vistas siempre impresionantes, da igual desde donde se mire.

Valle de Nubra (Ladakh, India)

Los Himalayas se encargan de detener los frentes húmedos, por lo que las precipitaciones son escasas y tiñen de tonos marrones, amarillos y rojizos esta inmenso desierto de altura. Sólo las cumbres nevadas y las pocas veces que nieva durante el invierno puede producir ciertas alteraciones cromáticas. Aunque son, también, los cielos, pulcros e hipnóticos, quienes juegan un papel esencial en la composición de panorámicas inolvidables que convierten a Ladakh en un suspiro constante.

Paisaje en el valle de Nubra (Ladakh)

En un viaje a Ladakh se superan diversos pasos de montaña a gran altitud. Algunos como Khardung La (para ir al Valle de Nubra) o Taglang La (en la Manali Road), van más allá de los 5300 metros de altitud, por lo que desde los mismos se adivinan varios seismiles e incluso algún sietemil, picos soñados por los amantes del alpinismo y aptos para unos pocos. Aunque no hace falta un paso de montaña parar disfrutar de los paisajes. Basta admirar el valle del Indo, caminar por las dunas del valle de Nubra o visitar algunos de los lagos glaciales como Pangong o Tso Moriri Lake para degustar panoramas de naturaleza verdaderamente admirables.

Sele en el paso Khardung La (Ladakh)

Leh, la mejor base posible

La ciudad de Leh, con un imponente palacio real gobernando un prodigioso entorno natural, su nítida arquitectura tibetana y esas calles que recuerdan los mercados y las vías de la antigua ruta de la seda, sirve de base y nexo para poder visitar una parte importante de la región, pues tanto dentro de la metrópoli como en sus alrededores (en un radio de aproximadamente dos horas) hay un sinfín de atractivos dignos de visitar. Leh, muy rica culturalmente hablando, cuenta con buenas y nutridas propuestas de alojamiento, restaurantes y comercios. Conectada con Delhi con varios vuelos diarios (de hora y media de duración), es una de las pocas capitales estatales de India sin masificación ni caos. Algo tiene que tener contar con una de las menores densidades de población de todo el subcontinente indio.

Zona antigua de Leh, la capital de Ladakh

Tierra de desafíos

Ladakh es también un desafío que aporta una especie de recompensa personal. Sus carreteras endiabladamente serpenteantes, como la famosa Manali Road, el camino al Valle de Nubra o la ascensión del Wari La Pass son una aventura en sí mismas, ofreciendo vistas que dejan sin aliento. La altitud extrema desafía al cuerpo (desde Leh, a 3500 metros para arriba), pero también invita a una aclimatación profunda a la atmósfera de montaña. Cada paso, cada ascenso, se convierte en un símbolo de superación personal. Pero el premio por enfrentar estos desafíos es la sensación de haber conquistado un rincón inexplorado del mundo, un logro celebrado con cada inhalación de aire puro y cada interacción con la cálida hospitalidad de los ladakhis.

Kyagar Lake (Ladakh)

El hogar del leopardo de las nieves

En los inexplorados reinos del Himalaya, Ladakh se erige como uno de los últimos refugios del escurridizo leopardo de las nieves, una maravilla de la fauna salvaje. Este felino, conocido por su elegancia y sigilo, se oculta entre las montañas y las vastas extensiones de nieve, convirtiéndose en una joya rara y cautivadora de esta región. En Ladakh, los afortunados viajeros pueden tener algunas opciones de contemplar la belleza enigmática de este depredador solitario, un encuentro que deja una huella imborrable en el corazón y la mente de aquellos que son testigos de su presencia fantasmagórica.

El leopardo de las nieves es todo un emblema en Ladakh

Pero es una empresa difícil. Muy difícil. Y posible durante los meses invernales (sobre todo enero y febrero) cuando baja más a cazar a ciertas especies de herbívoros de las que se alimenta. Para ello se requiere pasar varios días en algunas zonas concretas y aguardar su complicado avistamiento desde un punto elevado junto a un buen telescopio de largo alcance. Y mucha, pero mucha paciencia.

NOTA: Para 2025 vamos a preparar un viaje invernal a Ladakh donde pondremos el foco en seguir las huellas del leopardo de las nieves. Contacta para más información.

Gente amable

Los locales reciben a los viajeros y viajeras que llegan a su tierra con sonrisas cálidas y corazones abiertos. Los ladakhis son algo tímidos pero encantadores y, a la vez, hospitalarios. Como si fueran sabedores del legado de haber recibido a los huéspedes temporales durante los siglos en los que estuvo abierta la ruta de la seda. No dejan de ser conscientes de lo aislados que están dentro de la India, y tratan a los extranjeros con gran simpatía y un afán de agradar innato para hacerles sentir en casa.

Mujer de Ladakh

Un destino seguro

Si uno mira en un mapa la ubicación exacta de Ladakh se encuentra con que tiene de vecina a Cachemira, a Pakistán y a China. Pero los turistas están fuera completamente de todas las cuestiones geoestratégicas. Ladakh constituye un destino completamente seguro y protegido (hay numerosísimas bases militares dado que se trata de una triple frontera) donde los visitantes no tienen ningún problema y son bien recibidos. Los índices de criminalidad y robos son mínimos. De hecho es más probable que si te olvidas de algo de valor, haya alguien guardándotelo o buscándote para que lo puedas recuperar. Que no quita para que siempre recomiende, sea el viaje que sea, para llevar consigo una póliza de viaje con amplias coberturas.

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Los mejores cielos estrellados

La altitud y la escasa o nula contaminación lumínica hacen de Ladakh uno de los mejores destinos del mundo para observar y fotografiar cielos estrellados. Contemplar con nitidez la vía láctea y las constelaciones (así como capturarlas con la cámara) son parte inseparable de un viaje a este destino entre montañas con cielos limpios y de gran amplitud.

Sele ante la vía láctea desde Ladakh

Sin turismo de masas

Una de las virtudes de viajar a Ladakh es su condición de destino alejado del turismo masivo. A diferencia de muchos otros lugares de renombre, esta región remota del Himalaya ha conservado su autenticidad y tranquilidad. Aquí los viajeros pueden huir del bullicio de las multitudes y sumergirse en la serenidad de paisajes vírgenes y la autenticidad de la cultura local. Ladakh ofrece una experiencia única y genuina, donde cada encuentro con la hospitalidad ladakhi y cada rincón de belleza natural o cada visita a un monasterio, se disfrutan en su estado más puro, convirtiendo cada momento en un tesoro preciado y alejado del tumulto turístico.

Monjes budistas en Ladakh (India)

Ladakh, donde cada situación es un regalo

Durante nuestro viaje de autor a Ladakh, no sólo procuramos aclimatarnos a la altitud. En realidad el tiempo para todos fue desacelerando para lograr la conexión perfecta. Mientras tanto hallábamos un noble refugio en la serenidad de sus paisajes. Se trata de un lugar donde cada paso se vuelve una lección de humildad y resistencia, de amistad y amor por la palabra «viaje».

Tangyar, uno de los pueblos más bonitos y auténticos que visitamos en el viaje a Ladakh

Más allá de la ruta (de la que hablaré largo y tendido en próximas entregas), de las dunas dorándose al atardecer con la silueta de los bactrianos, la vía láctea emergiendo de las montañas como si fuera el humo de una chimenea y las campanas tintineando en los adentros de un monasterio, Ladakh emergió desde nosotros mismos para retarnos y obsequiarnos con la esperanza de que aún quedan lugares en el mundo como este.

Camellos bactrianos en el valle de Nubra (Viaje a Ladakh)

Por último me gustaría agradecer su confianza a X-Plore, con quienes me aguardan muchas aventuras. A Roberto, mi infatigable amigo. Y, cómo no, a quienes formaron parte de un gran equipo de viajeros y viajeras. Piluca, Marta, Xevi, Mónica, Alicia, Nuria, Esther, Alberto, Libe, Paco y Montse. Este reguero de palabras al viento, como las banderas de oración que pululan en las cimas de Ladakh, va por vosotros como un mantra de amistad.

Grupo de viajeros a Ladakh en el monasterio Hemis

¡Salud y viajes!

Sele

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