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Viajar a las antípodas de España en Nueva Zelanda

Kia Ora! Ese el saludo con el que te recibirán en las antípodas de España, el saludo maorí. Sí, las antípodas de España están en Nueva Zelanda. Tenemos que admitir que una de las razones por las que viajamos al país, y seguramente la más friki, era esa: ir lo más lejos de casa que pudiéramos –quedándonos en la Tierra, que no nos hemos apuntado a ningún viaje tripulado a Marte–. Lo típico de “si excavaras un agujero debajo de tu casa pasando por el centro de la Tierra y salieras por el otro lado…”. Pues ahí, en el lugar del globo terrestre diametralmente opuesto a donde habitamos, que es la definición de antípoda.

Weber Nueva Zelanda Antipodas Salto
Saltando junto a las antípodas de nuestra casa en Weber, Nueva Zelanda

Viajar a las antípodas ya no es un reto, con coger un par de aviones –aunque son unas 30 horas de viaje– y hacer unos 600 km de coche, llegaríamos. Caro, pero sencillo. Eso sí, las antípodas de Madrid, nuestra ciudad, están en Weber, una aldea sin mayor atractivo que el de tener un entorno precioso, como cualquier pueblo del país, vamos. Y las de nuestra casa en particular en una granja en medio de la nada.

¿Qué hay que ver allí? Pues nada. ¿Y merece la pena ir, estando en un país lleno de maravillas? Para nosotros, sí. Fue un poco como cruzar el círculo polar antártico en nuestro crucero a la Antártida. El viaje habría sido igual de fascinante si no lo hubiéramos hecho, pero esa emoción de cruzar una línea imaginaria estaba allí. Así somos los humanos, los símbolos, por estúpidos que parezcan, nos atraen.

Allá que fuimos, a las antípodas de España y a las antípodas de Madrid, en Weber. Para buscar la “salida de ese agujero” debajo de nuestra casa.

El significado de antípodas

Ya hemos dicho que las antípodas son el lugar del globo terrestre diametralmente opuesto a otro. La palabra deriva del latín antipŏdes, y este del griego ἀντίποδες –antípodes–, de anti –opuesto, contrario– y podes –pies–. Así que el significado de antípodas sería “que está opuesto a nuestros pies”. Más literal, imposible. Allí donde van “boca abajo”, vamos.

Weber Antipodas Nueva Zelanda Welcome Selfie
Bienvenidos a Weber, un selfie en el cartel de las antípodas de Madrid

¿Cómo se calculan las antípodas exactas de un lugar?

¿Y cómo se buscan las antípodas de un lugar? Pues, teniendo las coordenadas GPS, puedes calcularlo. Para la latitud tienes que pasar las coordenadas de la posición norte a sur o viceversa. Y para la longitud tienes que restar –o sumar si la longitud es negativa– a 180 la longitud del punto inicial.

Te ponemos un ejemplo de Madrid. Las coordenadas del kilómetro cero de la Puerta del Sol, son, aproximadamente, lat 40,42 norte y long -3,70. Así que las de sus antípodas son lat 40,42 sur y long 176,30.

Weber Antipodas Nueva Zelanda Puerta Sol
En medio de todo ese verde y de esas ovejas están las antípodas de la Puerta del Sol de Madrid

Pero esto es por pura curiosidad, que para eso está Internet, para ponerte las cosas fáciles y no calcularlo. Hay un montón de páginas como esta que, dándole las coordenadas GPS de un sitio, te sacan las de sus antípodas. Si quieres saber dónde encontrar las coordenadas GPS del primer sitio, simplemente puedes poner su dirección en Google Maps y pinchar con el botón derecho sobre el punto en cuestión.

Las antípodas de España: Nueva Zelanda

Seguramente ya lo supieras, las antípodas de España están en Nueva Zelanda. Puedes viajar al país para ver el Milford Sound, el Monte Cook o cualquiera de sus otras mil maravillas naturales, para conocer su cultura maorí… pero también para ir “al otro lado del mundo”, literalmente.

Eso sí, no todos los lugares de España tienen sus antípodas en tierra firme. Las de Barcelona, por ejemplo, están en el mar, al este de la Isla Norte de Nueva Zelanda y, ya si nos vamos a Canarias, estaríamos más cerca de Australia, pero siempre en medio del mar.

Weber Antipodas Nueva Zelanda Ovejas
No puede ser más opuesto al centro de Madrid, las antípodas en todos los sentidos

En la web que te hemos sugerido, y en muchas otras, puedes buscar las antípodas exactas de cualquier sitio, incluida tu casa. Madrid, parte de Castilla y León, Galicia y Andalucía, por ejemplo, las tienen en tierra firme neozelandesa.

Algunos ejemplos de ciudades y pueblos a las antípodas los unos de los otros:

  • Madrid – Weber;
  • A Coruña – Christchurch;
  • Jaén – Tauranga;
  • Córdoba – Hamilton;
  • Segovia – Masterton;
  • Alaejos, Valladolid – Wellington.

Las de Auckland, la mayor ciudad de Nueva Zelanda, están entre Sevilla y Málaga.

Las antípodas de Madrid: Weber, Nueva Zelanda

Pero volvamos a nosotros, tras unos días recorriendo en coche la Isla Norte de Nueva Zelanda, llegaba “el momento esperado”: pisar las antípodas de Madrid, en Weber. Un pueblo del que no habíamos encontrado casi nada de información. Buscamos cuántos habitantes tenía, pero sin mucho éxito. Sí que leímos que hace muchos años no superaba los 500 y que en 2022 había 43 estudiantes en su escuela, muchos más que en los pueblos de la España vaciada.

Weber Antipodas Nueva Zelanda Iglesia
La iglesia anglicana de Weber

La pequeña carretera que conecta la aldea de Weber con la “ciudad” –menos de 6.000 habitantes– más cercana, Dannevirke, cruza el paisaje típico de Nueva Zelanda por excelencia. Colinas, prados tan verdes que no parecen reales y muchas, muchas ovejas.

Por fin llegó el cartel Welcome to Weber. En los pocos centenares de metros que lo separan del “Farewell”, hay una iglesia anglicana –en la que un cartel indicaba la siguiente misa… y era hacía un mes–; una escuela; una estación de bomberos, que creemos que está vacía –nos parece que en estos pueblos son los bomberos los que van a las estaciones cuando hay una emergencia–, y unos pocos edificios más, que no llegan a la decena. Todos de una planta y prefabricados, como se lleva aquí, sin una pizca de cemento. Llegamos sobre las 11 de la mañana y no había nadie en la calle, aunque vimos a unos niños en el patio del colegio

Weber Antipodas Nueva Zelanda Farewell
El final de Weber, con las Waihi Falls en el cartel de Farewell

Solo hay una calle en el pueblo, la Weber Road, parte de la carretera, y, en los alrededores, cómo no, muchas granjas de ovejas y una catarata, las Waihi Falls, que aparece orgullosa en uno de los carteles de bienvenida.

Y ya estaría. Eso es todo lo que hay en Weber. Para eso nos habíamos ido al otro lado del mundo. No es mucho, pero ¿podría haber algo más diferente de Madrid, con su cemento, su asfalto, su tráfico y sus rascacielos?

Por cierto, como curiosidad, las antípodas exactas de la escuela están en la calle Méndez Álvaro, 30 de Madrid; las de la iglesia en la calle Méndez Álvaro 26B, y las de la estación de bomberos en la calle de Bustamante, 74.

Las antípodas de la Puerta del Sol… y de nuestra casa

Si vives en uno de esos sitios lo tienes más fácil, pero nosotros vivimos cerca de la Puerta del Sol y tanto las antípodas exactas del kilómetro cero como la de nuestra casa están en medio de una granja, en dos parcelas diferentes. La verdad es que la posibilidad de que estuvieran en una granja eran altas…

Google Maps nos decía que podíamos llegar justo enfrente en coche, pero los últimos dos kilómetros de camino, los de la Falls Road, estaban sin asfaltar. De hecho, en el principio de la calle encontramos los dos buzones de correo de los habitantes de la granja, uno totalmente reventado. Si no llegaba el cartero, nosotros tampoco…

Weber Antipodas Nueva Zelanda Falls Rd Buzones
Los buzones de nuestras antípodas

Decidimos bajarnos del coche y seguir andando entre bosques y campos de ovejas. A todo esto, mientras nos acercábamos, pensábamos en qué haríamos una vez en la puerta de la granja. En nuestra cabeza nos imaginábamos dos escenarios opuestos, pero igual de peliculeros. El primero: un encuentro muy emotivo con nuestras antípodas –sí, las personas que viven en el lugar de la Tierra diametralmente opuesto al tuyo también se llaman así–. Vamos, con abrazo incluido y casi invitación a una barbacoa por su parte. El segundo: que nos recibieran con escopetas al estilo granja texana pensando que estábamos locos o que queríamos robarles o cualquier cosa…

El final… sin película

Por fin, llegamos. Había un coche rojo aparcado en la puerta, así que nuestra esperanza de que hubiera alguien en casa se mantuvo. Llamamos gritando –no había timbre–, pero nadie contestó. Ninguno de nuestros escenarios se cumplió: no conocimos a nuestras antípodas.

Weber Antipodas Nueva Zelanda Granja
La granja en cuestión

Tampoco pudimos acercarnos al punto exacto del kilómetro cero ni de nuestra casa, porque estaban vallados. Pero llegamos a una treintena de metros del segundo. Unas cuantas fotos, un salto y vuelta atrás.

Puede que no llegara a ser tan emotivo, ni peliculero, como lo habíamos imaginado, pero sí que hubo emoción. Estábamos al otro lado del mundo. No podíamos llegar más lejos. Lo habíamos conseguido, aunque no pudiéramos compartirlo con nadie más allá que con las ovejas al otro lado de la valla y con nuestros seguidores en las redes. Y eso sería más tarde porque allí, por supuesto, no había cobertura. De hecho, antes de bajar del coche, tuvimos que volver hacia atrás buscando señal para fijar las coordenadas GPS en el mapa, pero esa es otra historia. Una en la que nos paramos en medio de la carretera en lo alto de una colina y un señor con coche rojo nos preguntó si nos pasaba algo. ¿Sería “nuestro granjero”? No lo sabemos, pero quisimos imaginar que sí.

Weber Antipodas Nueva Zelanda Casa Selfie
Ahí están las antípodas de nuestra casa

Con o sin película, el viaje a las antípodas había acabado. Ya podíamos volver a hacer turismo por Nueva Zelanda. Ya no podíamos llegar más lejos.

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